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Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗

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—?Le hace falta papel?

—De ninguna manera. —El soldado hizo un sonido con los labios y arrugo la cara—. Tengo... —Mostro una hoja arrugada que llevaba en la mano, seguramente de los archivos de Izya—. Permiso para retirarme.

—Vaya... Le pido mil perdones, senor consejero. Se pasan toda la noche yendo al retrete. Y a veces no llegan, se lo hacen encima. Antes, al menos el permanganato ayudaba un poco, pero ahora no hay nada que sirva... ?Quiere el senor consejero revisar los puestos de guardia?

—No —dijo Andrei, poniendose de pie.

—?Debo acompanarlo?

—No. Quedese aqui.

Andrei salio nuevamente al vestibulo. Alli tambien habia mucho calor, pero apestaba menos. Sin hacer el menor ruido, el Mudo aparecio a su lado. Se oia al soldado Anastasis un piso mas arriba, tropezando y mascullando algo entre dientes.

«No va a llegar al retrete, se lo hara en el suelo», comprendio Andrei con asco.

—Pues, nada —se dirigio al Mudo, hablando a media voz—. Veamos como viven los civiles.

Atraveso el vestibulo y empujo la puerta del piso de enfrente. Alli tambien el aire olia a ejercito en campana, pero no existia el orden militar. La llamita de la lampara del pasillo apenas iluminaba los instrumentos, tirados de cualquier manera en sus fundas de loneta, entremezclados con armas, mochilas sucias medio abiertas, tazas y platos de campana abandonados junto a la ventana, Andrei tomo la lampara, entro en la habitacion mas cercana y enseguida piso un zapato.

Alli dormian los choferes, desnudos, sudados, desmadejados sobre una lona arrugada. Ni siquiera habian puesto sabanas. Aunque con toda seguridad las sabanas estarian mas sucias que cualquier lona. De repente, uno de los choferes se movio, se sento con los ojos cerrados y se rasco los hombros con furia.

—Vamos de caceria y no al bano... —balbuceo—. De caceria, ?te das cuenta? El agua es amarilla. Bajo la nieve, amarilla, ?entiendes? —Aun no habia terminado de hablar cuando su cuerpo quedo flaccido y cayo de costado sobre la lona.

Andrei se cercioro de que los cuatro estaban alli, y siguio a la habitacion de al lado. Ahi vivia la intelectualidad. Dormian en catres cubiertos con sabanas grises, sus suenos tambien eran inquietos, acompanados de ronquidos, gemidos y chirridos de dientes. Dos cartografos en una habitacion, dos geologos en la de al lado. En la habitacion de los geologos, Andrei detecto un olor dulzon, desconocido, y en ese momento recordo que corria un rumor segun el cual los geologos fumaban hachis. Dos dias antes, el sargento Fogel le habia quitado un cigarrillo de marihuana al soldado Tevosian, le habia dado un bofeton y lo amenazo con dejarlo para siempre en el grupo de vanguardia. Y aunque el coronel reacciono con humor ante aquel caso, a Andrei aquello no le gusto nada.

El resto de las habitaciones de aquel piso inmenso estaban vacias. Solo en la cocina, envuelta hasta la cabeza en unos trapos, dormia la Lagarta; aquella noche la habian dejado extenuada con toda seguridad. De aquellos trapos sobresalian unas piernas escualidas y desnudas, llenas de manchas y aranazos.

«Otra desgracia que ha caido sobre nosotros —penso Andrei—. La reina de Shemajan. Zorra asquerosa, que se la lleve el diablo. Puta guarra...» ?De donde habia salido? ?Quien era? Balbuceaba confusamente en un idioma incomprensible... ?Como era posible la existencia de un idioma incomprensible en la Ciudad? ?Por que razon? Izya la oyo y se quedo asombrado... Lagarta. Fue Izya quien le puso ese nombre. Dio en el blanco, era muy parecida. Lagarta.

Andrei regreso a la habitacion de los choferes, levanto la lampara por encima de su cabeza y, volviendose hacia el Mudo, le senalo a Permiak. El Mudo se deslizo en silencio entre los que dormian, se inclino sobre Permiak y lo levanto, poniendo las palmas de las manos sobre sus orejas. Despues se irguio. Permiak estaba alli sentado, apoyandose en el suelo con una mano, mientras con la otra se secaba de los labios la saliva que se le habia escapado mientras dormia.

Cruzaron las miradas y Andrei senalo con la cabeza hacia el pasillo. Permiak se puso de pie enseguida, con agilidad y sin hacer ruido. Fueron a una habitacion libre al final del piso. El Mudo cerro bien la puerta y recosto la espalda en ella. Andrei busco donde sentarse. La habitacion estaba vacia y se sento directamente en el suelo. Permiak se agacho frente a el. A la luz de la lampara, el rostro del hombre, picado de viruelas, parecia sucio, sobre la frente le caia un mechon de cabellos enredados y a traves de ellos se veia un tatuaje primitivo: esclavo de Jruschov.

—?Tienes sed? —pregunto Andrei, a media voz.

Permiak asintio. En su rostro aparecio una familiar sonrisita lujuriosa. Andrei saco del bolsillo trasero una cantimplora plana que contenia un poco de agua y se la tendio. Lo miro beber, a tragos cortos, avaros, respirando ruidosamente por la nariz, subiendo y bajando la peluda nuez. Enseguida la piel se le cubrio de gotitas de sudor.

—Esta tibia... —dijo Permiak con voz ronca, mientras devolvia la cantimplora, ya vacia—. Ah, si estuviera fria, como la del grifo, que delicia.

—?Que le pasa al motor? —pregunto Andrei, guardandose la cantimplora en el bolsillo.

—Una mierda ese motor. —Permiak, con los dedos muy separados, se quito el sudor de la cara—. Lo hicieron en nuestro taller quien sabe como, no alcanzaba el tiempo. Es un milagro que haya aguantado hasta el dia de hoy.

—?Se puede reparar?

—Si, se puede. Costara dos o tres dias, pero echara a andar. Aunque no por mucho tiempo. Avanzaremos unos doscientos kilometros, y se quemara de nuevo. Una mierda ese motor.

—Esta claro —dijo Andrei—. ?Y no has visto al coreano Pak conversando con los soldados?

Con un gesto de aburrimiento, Permiak se desentendio de la pregunta.

—Hoy —dijo a Andrei al oido pegandose mucho a el—, en la parada para comer, los soldados acordaron no seguir adelante.

—Eso ya lo se —dijo Andrei, apretando los dientes de rabia—. Dime quien es el cabecilla.

—No he podido descubrirlo, jefe —respondio Permiak en un susurro sibilino—. El mas charlatan es Tevosian, pero solo es un hablador, y ademas, en los ultimos dias esta colgado desde temprano.

—?Que?

—Esta colgado... Quiero decir, fuma y vuela alto... Nadie le presta atencion. Pero no logro descubrir quien es el verdadero cabecilla.

—?Chnoupek?

—Vaya usted a saber. Quiza sea el. Lo respetan... Parece que los choferes estan de acuerdo, quiero decir, en eso de no seguir adelante. El senor Ellizauer no sirve para nada, siempre se esta riendo como un cretino, trata de quedar bien con todos, se ve que tiene miedo. Y yo. ?que puedo hacer? Me limito a azuzarlos, a decirles que no se puede confiar en los soldados, que odian a los choferes. Nosotros llevamos los vehiculos, ellos van a pie. Ellos tienen sus raciones, y nosotros comemos con los cientificos. ?Por que les ibamos a ser simpaticos? Antes eso funcionaba, pero ahora parece que no. ?Que es lo mas importante? Pasado manana es el decimotercer dia...

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