Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис (читаемые книги читать txt) 📗
—?Y cuando le surgen dudas sobre si es buena o no, la pasa por su maquina?
—?Por favor, Felix Alexandrovich! Eso no seria digno de mi. Por cierto, yo tengo la culpa. Dije lo que no era, por eso le pido mil perdones. Por supuesto, la literatura no es buena o mala. La literatura unicamente es buena, todo lo demas deberia llamarse papel para reciclaje.
—?Exactamente! —me apresure a insistir con cierta desesperacion amarga—. La frescura es solo una, la primera, que es a su vez la ultima. Y si el esturion es de frescura aneja, eso quiere decir que esta pasado.
El cerro la revista, marcando con el dedo la pagina que leia, y me miro en silencio durante un tiempo. Yo lo miraba y me asombraba de su parecido con el retrato en el tomito marron, y me asombraba que a lo largo de tres meses ninguno de nuestros charlatanes pudiera reconocerlo, y yo tampoco pude hacerlo a primera vista cuando estuve alli, en la calle Bannaia.
—Felix Alexandrovich —dijo el, finalmente—, veo que me confunde con otra persona. Incluso creo saber con quien...
—?Permitame, permitame! —grite con ardor, porque aquel intento de eludir el reconocimiento me decepcionaba, casi me ofendia—. No me va usted a negar...
—?Claro que si! —pronuncio, inclinandose en mi direccion—. Mi nombre real es Mijail Afanasievich, dicen que es verdad que tengo cierto parecido, pero juzgue usted mismo: ?como puedo ser esa persona? Los muertos mueren para siempre. Eso es tan cierto como que los manuscritos arden hasta convertirse en cenizas. Y no importa que el haya insistido en lo contrario [17].
Senti que el sudor me cubria la cara. Saque presuroso el panuelo y me seque el rostro. La cabeza me daba vueltas, sentia un zumbido en los oidos, al parecer tenia una subida de presion considerable, y otra vez me senti como en un sueno.
—Sin embargo, ocupemonos finalmente de su asunto —prosiguio, saco el dedo de la revista y la dejo a su lado, sobre el sofa—. Como era de esperar, usted adivino, de manera totalmente correcta, que mi maquina no determina el valor artistico absoluto de una obra, sino unicamente su destino en un tiempo historicamente observable. —Asenti una y otra vez, secandome el sudor de los ojos—. Al entender eso, se encuentra usted ante un dilema: si vale la pena arriesgarse y darme la Carpeta Azul para su analisis. —Volvi a asentir.
—Vamos ahora a analizar —continuo— que es lo que teme usted, Felix Alexandrovich, y cuales son sus esperanzas. Por supuesto, teme que mi maquina le asigne, a usted y a toda su labor, una calificacion lastimosa, como si en lugar de la obra de toda su vida le entregara papel para reciclaje, escrito con asco, simplemente para salir del paso... o por dinero. Y usted tiene la esperanza de que ocurra un milagro, de que mi maquina le conceda una calificacion de seis o siete digitos, como si en verdad estuviera poniendo al mundo delante de un Nuevo Apocalipsis, que se abrira camino hasta el lector a traves de todos los obstaculos posibles e imposibles... Sin embargo, usted sabe perfectamente, Felix Alexandrovich, que los milagros que acontecen en nuestro mundo son siempre miserables, asi que, en esencia, no tiene nada que fundamente sus esperanzas. Con respecto a sus miedos, resulta que usted mismo, conscientemente, ha condenado a su carpeta a ser sepultada en el interior de su escritorio; la condeno desde el principio, la enterro sin permitirle que acabara de nacer, ?no es verdad, Felix Alexandrovich? ?Sigue el hilo de mis razonamientos? —Asenti—. ?Se da cuenta de que lo unico que he hecho es poner sus pensamientos en palabras?
—Ha soslayado una tercera posibilidad —dije, despues de asentir de nuevo, con una voz tan ronca y queda que yo mismo me sorprendi.
—?No, Felix Alexandrovich! ?No la he soslayado! Adivino su amenaza infantil de apelar al fuego. Asi que, para castigarlo por eso, le hablare ahora de una cuarta posibilidad, tan vergonzosa e indigna que ni siquiera la dejara entrar en su conciencia; el terror que siente ante ella esta escondido en su interior, es un terror arrugado, desnudo, hediondo... ?Se lo cuento?
El presentimiento de ese terror arrugado, escondido en mi interior, me atraveso el cuerpo como un espasmo cardiaco, me corto el aliento, pero estaba seguro de que el no podria decir nada que yo no hubiera pensado ya treinta y tres veces.
—Me gustaria oirlo —masculle, apretando los dientes, a traves del panuelo que me cubria la boca.
Y el lo narro.
Lo juro por mi honor, lo juro por la vida de mi hija Katia, por la vida de mis nietos: no lo sabia previamente, no podia imaginarme que el mismo me lo contaria. Aquello era particularmente humillante y vergonzoso, porque mi cuarta posibilidad era tan obvia, tan vulgar, estaba tan a la vista... Cualquier persona normal hubiera dicho que era la primera... Para Trepa Nacional hubiera sido la unica, las otras no existirian... Solo gente como yo, engreida sin causa visible, hinchada de infulas hasta tal punto que ni siquiera se da cuenta de ello, es capaz de enterrar esa posibilidad tan profundo que ni siquiera sospecha de su existencia...
Pero como era posible que yo, Felix Alexandrovich Sorokin, creador de la inolvidable novela Cantaradas oficiales,pudiera imaginarme que la maldita maquina de la calle Bannaia fuera capaz de reflejar en sus pantallas algo que no fuera una calificacion de siete cifras como reconocimiento de mis meritos ante la cultura universal, y no un simple y orgulloso aprobado, testimonio de que la cultura mundial aun no estaba suficientemente madura para asimilar el contenido de la Carpeta Azul, o seria posible que la maquina reflejara en sus pantallas algo asi como un 90.000, diciendo que la Carpeta Azul habia sido correctamente recibida, correctamente introducida en el plan y que habia salido de las impresoras para relajarse en las baldas de las bibliotecas regionales, junto a otros papeles para reciclaje similares, sin dejar la menor huella de si, ni siquiera un recuerdo, enterrada no en el sarcofago de honor del escritorio, sino entre cubiertas torcidas de carton de segunda.
—Perdoneme —concluyo el con simpatia en la voz—. Pero no me era posible dejar a un lado esa posibilidad, incluso aunque no quisiera castigarlo un poco.
Asenti en silencio. Una vez mas. En verdad, el demonio celestial habia roto mis orgullosos cuernos.
—Con relacion a su amenaza de quemar la Carpeta Azul y olvidarla, reconozco que me precipite un poco al calificarla como algo infantil. En realidad, esa amenaza me parece seria, bastante seria. ?Pero que es eso, Felix Alexandrovich! La milenaria historia de la literatura no conoce ni un caso en que el autor, con sus manos, calcinara su criatura mas amada. Si, quemaban cosas. Pero solo quemaban aquello que les causaba repulsion y verguenza... Pero usted, Felix Alexandrovich, usted ama su Carpeta Azul, usted vive en ella, para ella... ?Como se permite quemar eso solo porque desconoce su futuro?
Claro que tenia razon. Todo aquello no era mas que una amarga disquisicion sobre el olvido y la incineracion... Ademas, como podria quemarla con mi calefaccion de gas. Solte una risita nerviosa: ?la causa de que hayan desaparecido las calderas en las casas sera porque se publica demasiada porqueria?