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Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис (читаемые книги читать txt) 📗

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Sono el timbre del telefono y regrese al despacho. Llamaba Rita, por fin. Y a tiempo.

Acababa de regresar de su reino perdido y queria pasar una velada con un hombre culto, del mundo literario. Su voz era limpia, alegre y saludable, y eso era maravilloso. Senti deseos de verla inmediatamente. Pregunte que tal ese mismo dia, y me dijo que estaba en su oficina, donde debia trabajar hasta la hora de comer, pero que entonces podria darse a la fuga. Me alegre y al instante planeamos encontrarnos en el club a las tres en punto, para caer alli en extasis gastronomico.

—Para comenzar —dije con ganas de jaleo.

—Eso lo veremos mas tarde —respondio ella, con mas ganas todavia.

Como era de esperar, esta conversacion cambio radicalmente mi punto de vista sobre la realidad circundante. El ambiente paso de hostil a amistoso, la realidad perdio su caracter lugubre y adquirio todos los tonos posibles del rosado y el azul celeste. El patio se ilumino notablemente y la feroz tormenta se convirtio en una nevadita ligera, casi festiva. Y todo lo sombrio que me rodeaba desde hacia varios dias, todos aquellos encuentros extranos y desagradables, todas aquellas conversaciones intimidatorias, todos los rumores, los problemas, abstractos hasta hacia poco, que de repente adquirian una imagen concreta, toda aquella tenebrosa desesperacion que me habia cercado con un doloroso seto de espinas, se rompio de repente, retrocedio, y ante mi todo se volvio de un verde esmeralda, de un sol argentado, de un cielo nebuloso con un letrero que parpadeaba, anunciando: «?Nos libraremos de ello!». Y mi costado apenas dolia ahora...

?Para que sigues tocando la trompeta, chaval?

?Por que mejor no reposas en tu tumba, chaval?

Ante todo, fui al bano y me afeite con esmero. Rita no soporta ni el mas leve indicio de barba. A continuacion, pase un trapo humedo por todas las mesas y armarios. Rita no soporta el polvo sobre superficies pulidas. Cambie la ropa de cama. Rita y yo solo aprobamos sabanas limpias, crujientes, almidonadas. Frote aplicadamente copas y vasos, examinando el vidrio a trasluz, limpie los cubiertos con un polvo especial, limpie la banera y la taza del inodoro. Y para terminar, saque la aspiradora y limpie el suelo de toda la casa.

Mientras me dedicaba a eso, el telefono sono en dos ocasiones. Una vez se trataba de Lionia Jerbo, al que no le di la oportunidad de abrir la boca despues de su pregunta habitual de «?que tal van las cosas?», y la segunda vez volvio a respirar al telefono aquel idiota callado, a quien le comunique con alegria que apreciaba su propuesta de ayuda, pero no la necesitaba ya que habia concluido todos mis trabajos aqui y en un futuro no muy lejano me marcharia para siempre de este planeta y de este tiempo.

No se que opinaria sobre ello el idiota callado, pero no hubo mas llamadas telefonicas.

Me puse el mejor de mis trajes y sali de casa a las dos menos cuarto, calculando que tendria tiempo de pasar por la comision de admision, a recoger mi porcion de materiales de lectura. ?Senor, salvame, ten piedad de mi! El ascensor no funcionaba. Ni el grande ni el pequeno.

Y en ese momento vino a mi mente un cuadro homerico: Rita y yo, tras un magnifico almuerzo y un buen paseo por el Moscu nevado, subimos a pie a la decimosexta planta, en mi pecho late enloquecido el corazon, en cada descansillo me siento en uno de los banquitos, preparados para tales situaciones, sigilosamente me llevo a la boca una pastilla de nitroglicerina mientras Rita, hembra guapisima, dama del corazon, amante, mi ultima mujer, conversa delicadamente sobre naderias, me mira desde arriba con simpatia y algo de desprecio, repitiendo a cada rato: «No te apresures, vamos, sube mas despacio...».

Espante aquella vision vergonzosa y comence a descender a pie. ?Y a quien encontre en el rellano entre el piso septimo y el octavo? ?Quien subia raudo a mi encuentro, saltando los escalones de dos en dos y apoyandose levemente en el pasamanos? ?Quien era aquel tipo rozagante, que silbaba una melodia de Gershwin y llevaba en sus manos un pesado maletin con alimentos, con el pedido de alimentos, a juzgar por ciertas senales?

?Pues claro que era el! Kostia Kudinov, aquel pobreton palido, verdoso, manchado de vomitos, que casi en sus ultimos momentos lograron salvar, lavandole el estomago en el hospital de Biriuliovo.

—?Vejete! —grito con alegria tan pronto me reconocio—. ?Me alegro de verte! ?Tienes prisa? Mira, te he incluido en nuestra brigada. Iremos al BAM [15]. Veinte dias, quince presentaciones, viaje especial en avion, ida y vuelta... ?Que opinas, eh?

En verdad, se trataba de un dia afortunado. Podria parecer algo raro, pero a mi, persona mayor, callada, que en general evitaba conocer a gente nueva, conservadora y sedentaria, a mi me encantan las presentaciones publicas.

Me gusta estar de pie ante una sala repleta de gente, ver a la vez miles de rostros, unidos por una misma expresion de ansioso interes, de interes esceptico, de interes burlon, de asombrado interes, pero siempre de interes. Me encanta sorprenderlos con los secretos de nuestro oficio, descubrir ante ellos los misterios de lo que se cocina en las redacciones de las editoriales, destruir sin la menor lastima las ilusiones sobre topicos tales como la inspiracion, la iluminacion, la chispa divina.

Me place responder a las notas, burlarme de los tontos con finura para que ningun patan, si hay tales en la sala, pueda ofenderse; me encanta caminar por el filo de la navaja, escurriendome entre lo que pienso de verdad y lo que, segun la opinion general, se supone que pienso.

Y mas tarde, cuando la presentacion termina, me encanta estar de pie entre el publico, rodeado por autenticos adoradores que me valoran, firmar ejemplares de los Cuentos infantiles modernos,leidos hasta caerse a pedazos, y mantener un dialogo de iguales, sin imbeciles, debatir duro, con encarnizamiento, sintiendome constante y asombrosamente protegido de ataques burdos o groserias, sin temor a dar un paso en falso, cuando incluso lo que es una obvia tonteria dicha por uno, se deja pasar sin prestarle atencion...

Pero sobre todo, eso me gusta fuera de Moscu, fuera de otras capitales administrativas, cientificas e industriales, me encanta que ocurra en lugares lejanos, en la frontera de la civilizacion, donde todos esos ingenieros, tecnicos y operadores, todos esos estudiantes de ayer sienten hambre de cultura, de Europa, de una conversacion inteligente.

Por supuesto, le di mi asentimiento a Kostia, le pregunte cuando partiamos, quien mas estaba en la brigada y donde tendriamos la conversacion preparatoria, y ya le tendia la mano para despedirme cuando de repente me agarro por el pulgar e hizo un guino picaro.

—Eres un tio arriesgado, Felix Alexandrovich —susurro bajando la voz con cierta coqueteria—. ?Que bien te salio aquello! ?No temes que te lo recuerden? ?En algun momento inoportuno, eh?

Repitio el guino y sacudio mi mano, ahora blanda, en el aire, mientras yo asimilaba aquellas palabras pronunciadas por Kostia. No se. Pero al momento pense que aquella historia idiota con el... con la... con ese elixir del demonio que yo mismo me habia inventado, no habia concluido. Por supuesto que no habia concluido, no importa que hubiera olvidado totalmente a aquel miron de chaqueta reversible a cuadros, ellos no se habian olvidado de mi, aquello seguia, y resultaba que yo habia hecho una jugada audaz, al parecer habia enganado a alguien, idiota de mi, ?y ahora me lo podrian recordar! Y por supuesto, me lo recordarian, claro que me lo recordarian.

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