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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк (читать книги онлайн бесплатно полные версии TXT) 📗

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Asi que el y el nuevo mudo se pusieron en marcha, y el rey se echa a reir y suelta:

—Conque se ha roto el brazo, vaya, justo a tiempo, ?no? Y muy comodo para un mentiroso que tiene que hablar por senas y que no se las ha aprendido. ?Han perdido su equipaje! ?Esa si que es buena! Y resulta muy ingenioso, en estas circunstancias.

Asi que volvio a reirse, igual que todo el mundo, salvo tres o cuatro, o quiza media docena. Uno de ellos era el medico, otro un caballero de aspecto astuto, con una bolsa de tela de esas anticuadas, hecha de tejido para alfombra, que acababa de desembarcar del barco de vapor y que hablaba con el medico en voz baja, mientras miraban al rey de vez en cuando y hacian gestos con la cabeza: era Levi Bell, el abogado que habia ido a Louisville, y otro era un tipo alto y robusto que se habia acercado a oir lo que decia el anciano y que ahora escuchaba al rey. Y cuando termino el rey, el tipo robusto va y dice:

—Oiga, una cosa: si es usted Harvey Wilks, ?cuando llego usted al pueblo?

—El dia antes del funeral, amigo mio —dice el rey.

—Pero, ?a que hora?

—Por la tarde, una hora o dos antes del anochecer.

—?Como Lego?

—Vine en el Susan Powelldesde Cincinnati.

—Entonces, ?como es que estaba usted aquella manana en la Punta, en una canoa?

—Aquella manana yo no estaba en la Punta.

—Miente.

Unos cuantos se le echaron encima y le dijeron que no hablara asi a un viejo que ademas era predicador.

—De predicador, nada; es un mentiroso y un estafador. Aquella manana estaba en la Punta. Yo vivo alli, ?no? Bueno pues alli estaba yo y alli estaba el, y yo lo vi. Llego en una canoa, con Tim Collins y un muchacho.

El medico va y dice:

—?Reconoceria usted al muchacho si volviera a verlo, Hines?

—Calculo que si, pero no lo se. Vaya, ahi esta. Lo reconozco perfectamente.

Y me senalo. El medico dice:

—Vecinos, no se si estos nuevos son dos mentirosos o no, pero si no lo son, es que yo soy idiota, es lo que digo. Creo que tenemos que impedir que se vayan de aqui hasta que lo hayamos aclarado todo. Vamos, Hines; venid todos vosotros. Vamos a llevar a estos tipos a la taberna a enfrentarlos con los otros dos y seguro que antes de terminar habremos averiguado algo.

A la gente le encanto aquello, aunque quiza no a los amigos del rey; asi que nos pusimos en marcha. Era hacia el atardecer. El medico me llevo de la mano y estuvo muy amable, pero nunca me solto.

Entramos todos en una gran habitacion del hotel y encendieron unas velas e hicieron venir a los dos nuevos. Primero el medico dice:

—No quiero ser demasiado duro con estos dos hombres, pero yo creo que son unos estafadores y quiza tengan complices de los que no sabemos nada. En tal caso, ?no se escaparan los complices con el saco de oro que dejo Peter Wilks? No seria raro. Si estos hombres no son estafadores, no se opondran a que vayamos a buscar el dinero y lo guardemos hasta que demuestren que no lo son; ?no os parece?

Todo el mundo estuvo de acuerdo. Asi que pense que desde el primer momento habian metido a nuestra banda en un apuro bien serio. Pero el rey no hizo mas que poner cara de pena y decir:

—Caballeros, ojala estuviera ahi el dinero, pues yo no soy de los que ponen obstaculos a una investigacion justa, abierta y a fondo de este triste asunto; pero, por desgracia, el dinero no esta; pueden enviar a buscarlo, si quieren.

—?Donde esta, pues?

—Bueno, cuando mi sobrina me lo dio para que se lo guardara, lo escondi en el colchon de mi cama, porque no queria llevarlo al banco solo para unos dias y pense que la cama seria un lugar seguro, pues no estamos acostumbrados a los negros y supuse que eran honestos, igual que los criados ingleses. Los negros lo robaron ala manana siguiente, cuando yo baje, y cuando los vendi todavia no me habia dado cuenta de que faltaba, asi que se fueron con el. Aqui mi criado se lo puede confirmar, caballeros.

El medico y varios dijeron «?vaya!», y vi que nadie se lo creia del todo. Un hombre me pregunto si habia visto a los negros robarlo. Dije que no, pero que los habia visto salir a escondidas de la habitacion y marcharse y que nunca habia pensado nada malo, porque crei que se habian asustado de haber despertado a mi amo y trataban de marcharse antes de que el los reprendiera. No me preguntaron nada mas. Entonces el medico se volvio hacia mi y pregunto:

—?Tu tambien eres ingles?

Dije que si y el y otros se echaron a reir y dijeron: «?Bobadas!»

Bueno, entonces siguieron con la investigacion general, que continuo con sus altibajos, hora tras hora, y nadie dijo ni palabra de cenar, parecia que ni siquiera se acordaban de ello, asi que siguieron y siguieron y resulto de lo mas complicado. Hicieron que el rey contara su version, y despues que el anciano contara la suya, y cualquiera que no hubiera sido una mula llena de prejuicios habria visto que el caballero anciano decia la verdad y el otro mentiras. Y luego me obligaron a contar lo que yo sabia. El rey me miro de reojo y me di cuenta de que era lo que me convenia decir. Empece a hablar de Sheffield y de como viviamos alli y de todos los Wilks que habia en Inglaterra, y todo eso; pero no habia dicho gran cosa cuando el medico se echo a reir y despues Levi Bell, el abogado, va y dice:

—Sientate, muchacho; yo que tu no me cansaria. Calculo que no estas acostumbrado a mentir y no te resulta facil; te falta practica. Lo haces bastante mal.

Aquel cumplido no me agrado mucho, pero en todo caso celebre que me dejaran en paz.

El medico empezo a decir algo y luego se da la vuelta y dice:

—Si hubieras estado en el pueblo desde el principio, Levi Bell…

El rey interrumpio, alargo la mano y dijo:

—Pero, ?este es el viejo amigo de mi pobre hermano que en paz descanse, del que me decia tantas cosas en sus cartas?

El abogado y el se dieron la mano y el abogado sonrio con aire satisfecho y estuvieron charlando un rato y despues se apartaron a un lado y hablaron en voz baja, y por fin el abogado habla en voz alta y dice:

—Asi se arreglaran las cosas. Hacemos el pedido y lo enviamos, junto con el de su hermano, y asi veran que todo esta en orden.

Asi que trajeron un papel y una pluma, y el rey se sento, hizo la cabeza a un lado, se mordio la lengua y garrapateo algo; despues le pasaron la pluma al duque, y por primera vez puso cara de apuro. Pero tomo la pluma y escribio. Entonces el abogado se vuelve al anciano recien llegado y le dice:

—Usted y su hermano escriban, por favor, una linea o dos y firmen con su nombre.

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