Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк (читать книги онлайн бесплатно полные версии TXT) 📗
Cuando llegaron se metieron en el cementerio y lo llenaron de una oleada. Y al llegar a la tumba vieron que tenian cien veces mas palas de las que necesitaban, pero a nadie se le habia ocurrido traer un farol. Pero de todos modos se pusieron a cavar a la luz de los relampagos y enviaron a alguien a la casa mas cercana, que estaba a media milla, a buscar una luz.
Asi que cavaron y siguieron cavando como forzados, y la noche se puso negra como boca de lobo y empezo a llover y el viento silbaba y rugia y los relampagos se veian cada vez mas claros mientras tamborileaban los truenos; pero aquella gente no hacia ni caso de entusiasmada que estaba con el asunto; y tan pronto se veia todo y las caras de todo el mundo en aquella multitud con las paletadas de tierra que salian de la tumba, como al segundo siguiente la oscuridad lo borraba todo y no se veia nada en absoluto.
Por fin sacaron el ataud y empezaron a desatornillar la tapa, y la gente se amontono tanto dandose codazos y empujones para coger sitio y mirar lo que pasaba como nunca he visto en mi vida, y aquello, en medio de la oscuridad, resultaba terrible. Hines me hizo mucho dano en la muneca a fuerza de tirar de ella, y calculo que se habia olvidado de mi existencia, de nervioso y jadeante que estaba.
De pronto, los relampagos lo iluminaron todo con una luz blanca y alguien grito:
—?Por Dios vivo, ahi esta la bolsa de oro, en el pecho!
Hines lanzo un aullido, igual que todos los demas, y me solto la muneca mientras pegaba un empujon para abrirse camino a mirar, y os aseguro que nunca se ha visto a nadie salir disparado como yo en busca del camino en la oscuridad.
Tenia el camino para mi solo y practicamente fui volando; por lo menos lo tenia para mi solo, salvo aquellas tinieblas densas y los relampagos de vez en cuando y el golpeteo de la lluvia y las rafagas de viento y el canonazo de los truenos, ?y podeis creerme si digo que corri con toda mi alma!
Cuando llegue al pueblo, vi que no habia nadie con aquella tormenta, asi que no busque callejas escondidas, sino que segui corriendo por la calle principal, y cuando empece a llegar hacia donde estaba nuestra casa guine los ojos y la vi. Ni una luz; la casa estaba toda oscura, lo que me hizo sentir triste y desencantado, no se por que. Pero por fin, justo cuando pasaba al lado, ?se enciende de repente la luz en la ventana de Mary Jane! Y me empezo a palpitar el corazon como si me fuera a reventar, y un segundo despues la casa y todo lo demas habian quedado detras de mi en la oscuridad y ya nunca volveria a verla en este mundo. Era la mejor chica que he visto en mi vida, y la mas valiente.
En cuanto estuve lo bastante lejos del pueblo para ver que podia llegar al banco de arena, empece a buscar atentamente un bote que tomar prestado, y al primero que vi a la luz de un relampago que no estaba encadenado, me meti en el y empuje. Era una canoa y solo estaba atada con una cuerda. El banco de arena estaba bastante lejos, alla en medio del rio, pero no perdi el tiempo, y cuando por fin llegue a la balsa estaba tan agotado que si hubiera podido me habria quedado alli tumbado a recuperar el aliento. Pero no podia. Al saltar a bordo, grite:
—?Sal, Jim, y suelta amarras! ?Bendito sea Dios, nos hemos librado de ellos!
Jim salio corriendo y se me acercaba con los brazos abiertos de alegria, pero cuando lo vi a la luz de un relampago se me subio el corazon a la boca y me cai al agua de espaldas, pues se me habia olvidado que era el rey Lear y un arabe ahogado, todo al mismo tiempo, y me dio un susto mortal. Pero Jim me saco del agua e iba a abrazarme y a bendecirme, y todo eso de alegria al ver que habia vuelto y que nos habiamos librado del rey y el duque, pero voy y digo:
—Ahora no, dejemoslo para el desayuno, ?para el desayuno! ?Corta amarras y deja que se deslice la balsa!
Asi que en dos segundos fuimos bajando por el rio y la verdad era que daba gusto volver a ser libres y estar solos en el gran rio sin nadie que nos molestase. Me puse a dar saltos y carreritas y a chocar los talones en el aire unas cuantas veces, porque no podia evitarlo; pero hacia la tercera vez oi un ruido que conocia muy bien, y contuve el aliento y escuche a ver que pasaba, y claro, cuando estallo el siguiente relampago encima del agua, ?ahi llegaban!, ?venga de darle a los remos de forma que su bote corria como una bala! Eran el rey y el duque.
Asi que me cai deshecho entre los troncos y renuncie a todo; tuve que aguantarme mucho para no echarme a llorar.
Capitulo 30
Cuando subieron a bordo, el rey se me echo encima, me agarro del cuello de la camisa y dijo:
—?Conque tratando de huir, muchachito! Te habias cansado de nosotros, ?verdad?
Y yo respondi:
—No, majestad, no es asi… ?Por favor, pare, majestad!
—Entonces, ?cuentanos rapido que pensabas hacer, o te saco las tripas a pedazos!
—De verdad, le voy a decir justo lo que paso, majestad. El hombre que me sujetaba se porto muy bien conmigo y no hacia mas que decir que tenia un hijo de mi edad que se habia muerto el ano pasado y que le resultaba muy triste ver a un muchacho en una situacion tan peligrosa, y cuando se quedaron sorprendidos al encontrar el oro y se abalanzaron hacia el ataud, me solto y me dijo: «Vete corriendo, o seguro que te cuelgan», y yo me largue. No parecia que valiese de nada quedarme… Yo no podia hacer nada y no queria que me ahorcasen si podia evitarlo. Asi que no pare de correr hasta encontrar la canoa, y cuando llegue aqui le dije a Jim que se diera prisa o todavia podrian venir a agarrarme y ahorcarme, y dije que temia que el duque y usted ya no estuvieran vivos y me puse muy triste, igual que Jim; por eso me he alegrado mucho al verles llegar; preguntele a Jim si no es verdad.
Jim dijo que asi era, y el rey le mando cerrar la boca y anadio: «?Ah, si, seguro!» , y me volvio a dar de sacudidas y a decir que estaba pensando en ahogarme. Pero el duque va y dice:
—?Suelta al muchacho, viejo idiota! ?Habrias hecho tu otra cosa? ?Preguntaste tu por el cuando te largaste? Yo no lo recuerdo.
Asi que el rey me solto y empezo a maldecir a aquel pueblo y a todos sus habitantes. Pero el duque va y dice: —Mas vale que te maldigas a ti mismo porque eres el que mas lo merece. Desde el principio no has hecho ni una cosa con sentido, salvo cuando te inventaste tan tranquilo aquello del tatuaje de la flecha azul. Aquello si que estuvo bien; estuvo fenomeno. Y fue lo que nos salvo. Porque de no haber sido por eso nos habrian metido en la carcel hasta que llegara el equipaje de los ingleses, y entonces, ?te apuesto a que de alli a la penitenciaria! Pero aquel truco les hizo ir al cementerio y lo del oro nos vino todavia mejor, pues si no se hubieran puesto tan nerviosos y nos hubieran soltado cuando se abalanzaron a mirar lo que habia, esta noche habriamos dormido con las corbatas puestas, y corbatas de las que duran para siempre, o sea, mas de lo que nos convenia.