Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel (читаемые книги читать онлайн бесплатно полные txt) 📗
Por fin partieron. Pero Taor, mecido por el ritmo suave del paso de los elefantes, seguia agitando en su mente tan siniestras suposiciones. Sus relaciones con Siri habian cambiado, sin duda mas que alteradas habian madurado, eran mas adultas, mas clarividentes, con una mezcla de rencor y de indulgencia, amenazadas ya por la parte de libertad y de misterio que hay en todos los seres, verdaderas relaciones de hombre a hombre.
Los primeros dias de su lento avance hacia el norte no tuvieron ningun incidente notable. No habia ni un ser vivo ni rastros de vegetacion en la tierra rojiza, esculpida por aguas evaporadas desde hacia milenios, que los elefantes aplastaban con sus anchas patas. Luego aquella tierra se fue haciendo poco a poco verde, mientras que relieves mas atormentados obligaban a la columna a serpear, a meterse en desfiladeros o a seguir el cauce reseco de un rio. Lo mas impresionante era las figuras monumentales y sugestivas que adoptaban los acantilados, los picos, las penas suspendidas en la altura. Al principio los hombres senalaban riendo caballos encabritados, avestruces con las alas desplegadas, cocodrilos. Luego, al caer la noche enmudecieron bajo el peso de la angustia, al pasar bajo dragones, esfinges, sarcofagos gigantescos. Al dia siguiente se despertaron en un valle de malaquita de un verde bellisimo, mate y profundo, que no era otro que el famoso «valle de los herreros», donde, segun la Escritura, ochenta mil hombres extrajeron el mineral destinado a la construccion del Templo de Jerusalen. Este valle conducia a un circo cerrado, las celebres minas de cobre del rey Salomon. Estaban desiertas, y los companeros de Taor pudieron meterse en el dedalo de galerias, correr por las escaleras talladas en la piedra, descender gracias a carcomidas escalas a pozos sin fondo, y encontrarse finalmente a fuerza de gritos en inmensas salas cuyas bovedas, iluminadas fantasmagoricamente por las antorchas, resonaban con ecos.
Taor no comprendio por que esa visita a un mundo subterraneo en el que habian trabajado y sufrido generaciones enteras de hombres, llenaba su corazon de sombrios presentimientos.
Siguieron su camino hacia el norte. Los accidentes del terreno iban borrandose a medida que la tierra recobraba su tonalidad gris. Rocas planas como baldosas se multiplicaron hasta el punto de que el suelo no tardo en parecer uniformemente cubierto de un cascajo liso y plano. Por fin la silueta de un arbol se dibujo en el horizonte. Taor y sus companeros nunca habian visto arboles asi. El tronco, lleno de profundos surcos, parecia enorme en relacion a la modesta altura del arbol. Lo midieron por curiosidad, y comprobaron que tenia cien pies de circunferencia. Ademas, su corteza, color de ceniza, muy arrugada, resultaba extranamente blanda y tierna si se le clavaba una hoja de metal, que penetraba en la madera sin encontrar la menor resistencia. Las ramas, desnudas en aquella estacion, se alzaban, cortas y gruesas, hacia el cielo, como munones suplicantes. El conjunto tenia algo de simpatico y de feo, un monstruo manso y desgraciado que mejoraba al ser conocido. Mas tarde se enteraron de que se trataba de un baobab, arbol africano cuyo nombre significa «mil anos», porque su longevidad es fabulosa.
Y aquel baobab era el centinela avanzado de un bosque de la misma especie en el que la caravana penetro en los dias siguientes, un bosque poco tupido, sin arboles jovenes ni maleza, y cuyo unico misterio consistia en las enigmaticas inscripciones que se veian en los troncos de algunos arboles, generalmente los mas impresionantes por el volumen y la edad. Habian hecho muescas en la corteza blanda, y cada una de ellas se habia reforzado con un tinte negro, ocre o amarillo, y piedrecitas multicolores incrustadas en la madera fingian mosaicos que rodeaban el tronco o se elevaban en espirales hasta su parte superior. En ninguna de ellas podia reconocerse ni un rostro, ni una silueta humana o animal. Era un grafismo puramente abstracto, pero tan elaborado, tan perfecto, que uno podia preguntarse si tenia algun sentido que no fuese su belleza.
Un arbol verdaderamente impresionante que surgio de pronto en medio de su camino les obligo por su mismo esplendor a hacer un alto. Su decoracion, muy reciente, consistia en follajes, lianas, flores habilmente entrelazadas que vestian suntuosamente el tronco y se prolongaban en las ramas. La significacion religiosa de aquellos adornos parecia evidente, porque algo habia de templo, de altar, de catafalco en aquel arbol gigantesco, adornado como un idolo, que alzaba al cielo sus ramas de mil dedos, como otros tantos espantados brazos.
– Creo comprender-murmuro Siri.
– ?Que es lo que has comprendido? -le pregunto el principe.
– No es mas que una hipotesis, pero vamos a comprobarla.
Llamo a un joven cornac, delgado y agil como un mono, y le hablo en voz baja senalandole la parte superior del arbol. El joven dijo que si con un movimiento de la cabeza, y enseguida se dirigio hacia el tronco, por el que se puso a trepar valiendose de todas las rugosidades de la corteza. Asi fue como una analogia se impuso al mismo tiempo a todos los hombres de la caravana que asistian silenciosos a la operacion: el cornac subia a aquel arbol como si subiese al lomo de su elefante, porque lo cierto es que nada se parecia mas a un elefantes que aquel baobab con su tronco gris enorme y sus ramas delgadas y erguidas como tropas, un elefante vegetal, del mismo modo que el elefante solo era un baobab animal.
El hombre llego a la parte mas alta del tronco, de donde salian todas las ramas. Parecio desaparecer en una concavidad. No tardo en volver a salir, y empezo a bajar del arbol, visiblemente con prisa de huir de lo que habia podido ver alli. Salto a tierra, corrio hacia Siri y le hablo al oido. Siri aprobo con la cabeza.
– Es tal como yo suponia -dijo a Taor-. El tronco esta hueco como una chimenea, y sirve de sepulcro a los hombres de esta tierra. Si este arbol esta adornado de esa forma, es porque dentro han metido hace poco un cadaver, como una espada en su vaina. Desde lo alto del tronco se ve su cara mirando al cielo. Los baobabs decorados que hemos ido encontrando hasta ahora son otros tantos sepulcros vivos de una tribu de la que me hablaron en EIat, los baobalies, lo cual significa «hijos del baobab». Rinden culto a este arbol, que consideran como su antepasado, y al seno del cual creen volver despues de la muerte. El hecho es que al corazon del arbol, en su lento crecimiento se incorpora la carne y los huesos del muerto, quien continua asi viviendo de forma vegetal.
Aquel dia ya no fueron mas lejos, y levantaron el campamento al pie del gigante necroforo. Y toda la noche, aquel extrano bosque de tumbas vivientes y erguidas rodeo a los durmientes con una paz negra, pesada, sepulcral, de la que salieron con las primeras luces del alba palidos y temblorosos corno resucitados. En seguida empezo a correr la noticia de una desgracia que dejo consternado a Taor: ?Yasmina habia desaparecido!
Al principio creyeron que habia huido, pues, por orden de Taor, durante la noche estaba libre de toda atadura, y el apego gregario era lo unico que la retenia junto a los demas elefantes. Por otra parte, costaba imaginar que unos extranos hubieran podido llevarse por la fuerza y sin hacer ruido a la joven elefanta. Indiscutiblemente, ella habia tenido que consentir. Pero hubo que admitir la intervencion de unos secuestradores, porque los dos enormes cestos de petalos de rosas que transportaba durante el dia, y de los que la descargaban al llegar la noche, habian desaparecido con ella. Se imponia una conclusion: se habian llevado a Yasmina , pero con su complicidad y consentimiento.
Se hicieron busquedas en circulos concentricos alrededor del lugar donde se encontraban los elefantes, pero el suelo duro y pedregoso no mostraba ninguna huella. Sin embargo, tal como debia ser, fue el propio principe quien descubrio el primer indicio. De pronto se le vio gritar corriendo, luego se agacho y recogio entre el pulgar y el indice algo ligero y fragil como una mariposa: un petalo de rosa. Lo levanto por encima de su cabeza para que todo el mundo lo viese.
– La dulce Yasmina -dijo- para que la encontremos nos ha dejado la pista mas suave y perfumada del mundo. ?Buscad, buscad, amigos mios, petalos de rosa! Son otros tantos mensajes de mi elefantita blanca de ojos azules. Ofrezco una recompensa por cada petalo que encontreis.
A partir de entonces todos se pusieron a buscar con la nariz pegada al suelo, y de vez en cuando se oia un grito de triunfo y se veia a alguien que corria hacia el principe para entregarle su hallazgo a cambio de una monedita. No obstante, se avanzaba con gran lentitud, y al caer la noche resulto que estaban a menos de dos horas del campamento donde se encontraba el grueso de la expedicion con la impedimenta y los elefantes.
Al agacharse para recoger el segundo petalo encontrado por el, Taor oyo silbar por encima de su cabeza una flecha que fue a clavarse vibrando en el tronco de una higuera. Dio la orden de detenerse y de que todo el mundo se juntara. Poco despues las hierbas y los arboles se animaron en torno a los viajeros, y se vieron rodeados por una multitud de hombres con el cuerpo pintado de verde, vestidos con hojas y coronados de flores y frutos. «?Los baobalies!», murmuro Siri. Debian de ser cerca de quinientos, y todos apuntaban con sus arcos y sus flechas a los intrusos. Cualquier resistencia era inutil. Taor levanto la mano derecha, gesto universal que significa paz y negociacion. Despues Siri, acompanado por uno de los guias reclutados en Elat, avanzo hacia los arqueros, cuyas filas se abrieron a su paso. Asi desaparecieron para no regresar hasta despues de dos largas horas.
– Es extraordinario -conto Siri-. He visto a uno de sus jefes, que debe de ser tambien sumo sacerdote. La organizacion de su tribu me ha parecido bastante laxa. No somos muy mal acogidos porque nuestra llegada coincide providencialmente con la resurreccion de la diosa Baobama, madre de los baobabs y abuela de los baobalies. Tal vez se trate de una coincidencia. A menos que la desaparicion de nuestra Yasmina no tenga algo que ver con esa supuesta resurreccion. No tardaremos en saberlo. He solicitado que acepten que rindamos homenaje a Baobama. Su templo se encuentra a dos horas de camino.
– Pero, ?y Yasmina ? -se inquieto el principe Taor.
– Precisamente -respondio no sin misterio Siri-, no me sorprenderia encontrarla dentro de poco.
Cuando el grupo se puso en marcha, rodeado, seguido y precedido por un ejercito de hombres verdes con arcos siempre amenazadores, se parecia tristemente a un punado de prisioneros a quienes unos vencedores se llevaban a viva fuerza, y asi era como Taor y sus companeros veian la situacion.