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Anaconda - Quiroga Horacio (читать книгу онлайн бесплатно без TXT) 📗

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Название:
Anaconda
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Дата добавления:
17 март 2020
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160
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Anaconda - Quiroga Horacio (читать книгу онлайн бесплатно без TXT) 📗
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Anaconda - Quiroga Horacio (читать книгу онлайн бесплатно без TXT) 📗 краткое содержание

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La trayectoria de escritor de Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1879 -Buenos Aires 1937) se desenvolvi? arm?nicamente desde la publicaci?n de su primer libro de poemas, pasando por el periodismo y el magisterio y la novel?stica, hasta alcanzar su m?s personal forma de expresi?n, el cuento, g?nero en el cual descoll? y que, en definitiva, hace perdurable su bien merecida fama, hasta llegar a llam?rsele el Kipling rioplatense, autor ?ste con quien comparte el amor por la selva y el acendrado sentido de la naturaleza. En Anaconda esa cosmovisi?n se acent?a notablemente y junto a los rudos y feroces paisajes misioneros, pululan los retratos de las fuertes personalidades que los pueblan, al tiempo que se insin?an y lo impregnan todas las leyendas y tradiciones con c?smico aliento.

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Anaconda - читать книгу онлайн бесплатно, автор Quiroga Horacio
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ANACONDA

I

Eran las diez de la noche y hacia un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. El cielo de carbon se entreabria de vez en cuando en sordos relampagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aun lejos.

Por un sendero de vacas en pleno espartillo blanco, avanzaba Lanceolada con la lentitud generica de las viboras. Era una hermosisima yarara, de un metro cincuenta, con los negros angulos de su flanco bien cortados en sierra, escama por escama. Avanzaba tanteando la seguridad del terreno con la lengua, que en los ofidios reemplaza perfectamente a los dedos.

Iba de caza. Al llegar a un cruce de senderos se detuvo, se arrollo prolijamente sobre si misma, removiose aun un momento acomodandose y despues de bajar la cabeza al nivel de sus anillos. asento la mandibula inferior y espero inmovil.

Minuto tras minuto espero cinco horas. Al cabo de este tiempo continuaba en igual inmovilidad. ?Mala noche! Comenzaba a romper el dia e iba a retirarse, cuando cambio de idea. Sobre el cielo livido del este se recortaba una inmensa sombra.

– Quisiera pasar cerca de la Casa -se dijo la yarara. Hace dias que siento ruido, y es menester estar alerta…

Y marcho prudentemente hacia la sombra.

La casa a que hacia referencia Lanceolada era un viejo edificio de tablas rodeado de corredores y todo blanqueado. En torno se levantaban dos o tres galpones. Desde tiempo inmemorial el edificio habia estado deshabitado. Ahora se sentian ruidos insolitos, golpes de fierros, relinchos de caballo, conjunto de cosas en que trascendia a la legua la presencia del Hombre. Mal asunto…

Pero era preciso asegurarse, y Lanceolada lo hizo mucho mas pronto de lo que hubiera querido.

Un inequivoco ruido de puerta abierta llego a sus oidos. La vibora irguio la cabeza, y mientras notaba que una rubia claridad en el horizonte anunciaba la aurora vio una angosta sombra, alta y robusta, que avanzaba hacia ella. Oyo tambien el ruido de las pisadas, el golpe seguro, pleno, enormemente distanciado que denunciaba tambien a la legua al enemigo.

– ?El Hombre! -murmuro Lanceolada. Y rapida como el rayo se arrollo en guardia.

La sombra estuvo sobre ella. Un enorme pie cayo a su lado, y la yarara, con toda la violencia de un ataque al que jugaba la vida, lanzo la cabeza contra aquello y la recogio a la posicion anterior.

El hombre se detuvo: habia creido sentir un golpe en las botas. Miro el yuyo a su alrededor sin mover los pies de su lugar; pero nada vio en la oscuridad apenas rota por el vago dia naciente, y siguio adelante.

Pero Lanceolada vio que la Casa comenzaba a vivir, esta vez real y efectivamente con la vida del Hombre. La yarara emprendio la retirada a su cubil llevando consigo la seguridad de que aquel acto nocturno no era sino el prologo del gran drama a desarrollarse en breve.

II

Al dia siguiente la primera preocupacion de Lanceolada fue el peligro que con la llegada del Hombre se cernia sobre la familia entera. Hombre y Devastacion son sinonimos desde tiempo inmemorial en el Pueblo entero de los Animales. Para las Viboras en particular, el desastre se personificaba en dos horrores: el machete escudrinando, revolviendo el vientre mismo de la selva, y el fuego aniquilando el bosque en seguida, y con el los reconditos cubiles.

Tornabase, pues, urgente prevenir aquello. Lanceolada espero la nueva noche para ponerse en campana. Sin gran trabajo hallo a dos companeras, que lanzaron la voz de alarma. Ella, por su parte, recorrio hasta las doce los lugares mas indicados para un feliz encuentro, con suerte tal que a las dos de la manana el Congreso se hallaba, si no en pleno, por lo menos con mayoria de especies para decidir que se haria.

En la base de un murallon de piedra viva, de cinco metros de altura, y en pleno bosque, desde luego, existia una caverna disimulada por los helechos que obstruian casi la entrada. Servia de guarida desde mucho tiempo atras a Terrifica, una serpiente de cascabel, vieja entre las viejas, cuya cola contaba treinta y dos cascabeles. Su largo no pasaba de un metro cuarenta, pero en cambio su grueso alcanzaba al de una botella. Magnifico ejemplar, cruzada de rombos amarillos, vigorosa, tenaz, capaz de quedar siete horas en el mismo lugar frente al enemigo, pronta a enderezar los colmillos con canal interno que son, como se sabe, si no los mas grandes, los mas admirablemente constituidos de todas las serpientes venenosas.

Fue alli, en consecuencia, donde, ante la inminencia del peligro y presidido por la vibora de cascabel, se reunio el Congreso de las Viboras. Estaban alli, fuera de Lanceolada y Terrifica, las demas yararas del pais: la pequena Coatiarita, benjamin de la Familia, con la linea rojiza de sus costados bien visibles y su cabeza particularmente afilada. Estaba alli, negligentemente tendida como si se tratara de todo menos de hacer admirar las curvas blancas y cafe de su lomo sobre largas bandas salmon; la esbelta Neuwied, dechado de belleza, y que habia guardado para si el nombre del naturalista que determino su especie. Estaba Cruzada -que en el sur llaman vibora de la cruz-, potente y audaz rival de Neuwied en punto a belleza de dibujo. Estaba Atroz, de nombre suficientemente fatidico; y por ultimo, Urutu Dorado, la yararacusu, disimulando discretamente en el fondo de la caverna sus ciento setenta centimetros de terciopelo negro cruzado oblicuamente por bandas de oro.

Es de notar que las especies del formidable genero Lachesis, o yararas, a que pertenecian todas las congresales menos Terrifica, sostienen una vieja rivalidad por la belleza del dibujo y el color. Pocos seres, en efecto, tan bien dotados como ellas.

Segun las leyes de las viboras, ninguna especie poco abundante y sin dominio real en el pais puede presidir las asambleas del Imperio. Por esto Urutu Dorado, magnifico animal de muerte, pero cuya especie es mas bien rara, no pretendia este honor, cediendolo de buen grado a la vibora de cascabel, mas debil, pero que abunda milagrosamente.

El Congreso estaba, pues, en mayoria, y Terrifica abrio la sesion. ?Companeras! -dijo-. Hemos sido todas enteradas por Lanceolada de la presencia nefasta del Hombre. Creo interpretar el anhelo de todas nosotras, al tratar de salvar nuestro Imperio de la invasion enemiga. Solo un medio cabe, pues la experiencia nos dice que el abandono del terreno no remedia nada. Este medio, ustedes lo saben bien, es la guerra al Hombre, sin tregua ni cuartel, desde esta noche misma, a la cual cada especie aportara sus virtudes. Me halaga en esta circunstancia olvidar mi especificacion humana: No soy ahora una serpiente de cascabel: soy una yarara, como ustedes. Las yararas, que tienen a la Muerte por negro pabellon. ?Nosotras somos la Muerte, companeras! Y entretanto, que alguna de las presentes proponga un plan de campana. Nadie ignora, por lo menos en el Imperio de las Viboras, que todo lo que Terrifica tiene de largo en sus colmillos, lo tiene de corto en su inteligencia. Ella lo sabe tambien, y aunque incapaz por lo tanto de idear plan alguno, posee, a fuer de vieja reina, el suficiente tacto para callarse.

Entonces Cruzada, desperezandose, dijo:

– Soy de la opinion de Terrifica, y considero que mientras no tengamos un plan, nada podemos ni debemos hacer. Lo que lamento es la falta en este Congreso de nuestras primas sin veneno: las Culebras.

Se hizo un largo silencio. Evidentemente, la proposicion no halagaba a las viboras. Cruzada se sonrio de un modo vago y continuo:

– Lamento lo que pasa… Pero quisiera solamente recordar esto: si entre todas nosotras pretendieramos vencer a una culebra, no lo conseguiriamos. Nada mas quiero decir.

– Si es por su resistencia al veneno -objeto perezosamente Urutu Dorado, desde el fondo del antro-, creo que yo sola me encargaria de desenganarlas…

No se trata de veneno replico desdenosamente Cruzada-. Yo tambien me bastaria… agrego con una mirada de reojo a la yararacusu. Se trata de su fuerza, de su destreza, de su nerviosidad, como quiera llamarsele. Cualidades de lucha que nadie pretendera negar a nuestras primas. Insisto en que en una campana como la que queremos emprender las serpientes nos seran de gran utilidad; mas: de imprescindible necesidad.

Pero la proposicion desagradaba siempre:

– ?Por que las culebras? -exclamo Atroz- Son despreciables. Tienen ojos de pescado agrego la presuntuosa Coatiarita.

– ?Me dan asco! protesto desdenosamente Lanceolada.

– Tal vez sea otra cosa lo que te dan… -murmuro Cruzada mirandola de reojo.

– ?A mi? -silbo Lanceolada, irguiendose-. ?Te advierto que haces mala figura aqui, defendiendo a esos gusanos corredores!

Si te oyen las Cazadoras…" murmuro ironicamente Cruzada. Pero al oir este nombre, Cazadoras, la asamblea entera se agito.

?No hay para que decir eso! gritaron-. ?Ellas son culebras, y nada mas!

?Ellas se llaman a si mismas las Cazadoras! -replico secamente Cruzada-. Y estamos en Congreso.

Tambien desde tiempo inmemorial es fama entre las viboras la rivalidad particular de las dos yararas: Lanceolada, hija del extremo norte, y Cruzada, cuyo habitat se extiende mas al sur. Cuestion de coqueteria en punto a belleza, segun las culebras.

– ?Vamos, vamos! -intervino Terrifica- Que Cruzada explique para que quiere la ayuda de las culebras, siendo asi que no representan la Muerte como nosotras.

– ?Para esto! -replico Cruzada ya en calma- Es indispensable saber que hace el Hombre en la casa; y para ello se precisa ir hasta alla, a la casa misma. Ahora bien, la empresa no es facil, porque si el pabellon de nuestra especie es la Muerte, el pabellon del Hombre es tambien la Muer te, ?y bastante mas rapida que la nuestra! Las serpientes nos aventajan inmensamente en agilidad. Cualquiera de nosotras iria y veria. Pero ?volveria? Nadie mejor para esto que la Nacanina. Estas exploraciones forman parte de sus habitos diarios, y podria, trepada al techo, ver, oir, y regresar a informarnos antes de que sea de dia.

La proposicion era tan razonable que esta vez la asamblea entera asintio, aunque con un resto de desagrado.

– ?Quien va a buscarla? -preguntaron varias voces. Cruzada desprendio la cola de un tronco y se deslizo afuera. ?Voy yo! -dijo- En seguida vuelvo.

– ?Eso es! -le lanzo Lanceolada de atras-. ?Tu que eres su protectora la hallaras en seguida!

Cruzada tuvo aun tiempo de volver la cabeza hacia ella, y le saco la lengua, reto a largo plazo.

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