Los Jardines De Luz - Maalouf Amin (читать лучшие читаемые книги TXT) 📗
– Han oido de mi boca las verdades que estaban en ellos. Jamas se escucha otra voz que la propia.
Mani habia murmurado esta frase con el tono de una confesion y Bahram se inclino mas aun. Tenian casi la misma edad, pero el hijo de Babel seguia siendo muy delgado. Al verlos conversar asi, ?quien habria sospechado que el que buscaba consuelo era el carcelero y que su victima pudiera replicar con tan poco resentimiento? Aunque lo hiciera sin complacencia y sin ninguna palabra que intentara suscitar la compasion ni la gracia. Se habria dicho que, aquella tarde, el suplicio de Mani no era un tema digno de ser abordado por aquellos dos hombres.
El octavo dia, el Mensajero recibio la visita de Zerav, el tanedor de laud, que habia sido durante cuarenta anos el musico favorito de Sapor, y antes, de Artajerjes. Era un hombre orgulloso, alto, esbelto, y aunque sus dedos de octogenario estaban ya nudosos, al contacto con las cuerdas recobraban su juventud.
Siempre habia apreciado la sabiduria del hijo de Babel y habia tenido con el, en otro tiempo, largas y sosegadas discusiones. Su condena le ofendia. A modo de protesta, se habia presentado con su laud. Su entrada fue notable. Camino directo hacia Mani, le beso la mano prisionera y luego se sento cerca de el en el suelo, con las piernas cruzadas, y se puso a tocar un aire lastimero. El silencio se apodero de la multitud.
Desconcertados por su porte principesco, los jovenes soldados no habian osado interponerse. Inmediatamente vino en su ayuda un dignatario de la corte, quien tambien se sintio confuso frente a ese monumento vivo del Imperio. Es inconveniente -balbuceaba-, para un hombre de la fama de Zerav, venir a tocar a un lugar tan vil.
– ?Acaso no estoy en el recinto del palacio? -se asombro el anciano musico.
– Sin duda. ?Pero es el patio de los suplicios!
– Para mi, este lugar es hoy el mas respetable del palacio y el mas perfumado.
– ?Aquel que ha tocado para los reyes no puede tocar para un ajusticiado!
Antes de que Zerav respondiera, se oyo la voz jadeante de Mani, pero en modo alguno estaba interviniendo en la discusion. Ni siquiera daba la impresion de haberla oido. Parecia que estaba prosiguiendo con el musico una lejana conversacion.
– ?Sabes, Zerav? Al alba del universo todos los seres estaban inmersos en una melodia suprema, el caos de la creacion ha hecho que lo olvidemos; pero un laud en comunion con el alma del artista puede despertar esas armonias originales…
– ?Gratas son a mis oidos las palabras del sabio!
Y olvidando amenazas y argucias, comenzo a tocar de nuevo, ardiente e inspirado, hasta la noche.
Dicen que Bahram estaba aquel dia de caza y que, en su ausencia, nadie se atrevio a asumir la responsabilidad de maltratar al venerable musico de los reyes.
Cuando al dia siguiente regreso el monarca, unos soldados fueron a casa del tanedor de laud con el fin de interpelarle, y descubrieron que, aquella misma noche, se habia apagado en la estrecha serenidad de su lecho, como ultima protesta.
El decimocuarto dia los mirones se habian cansado y los fieles eran cada vez mas numerosos. Los guardias les prohibieron sentarse, obligandolos a desfilar en silencio; larga vela diurna, durante la cual Mani se mostro agitado. Se adormilaba y luego se despertaba y se movia, intentando estirar sus miembros anquilosados; pero apenas habia encontrado una postura, queria volver a la anterior. En un momento dado, creyeron oirle decir:
– Has escrito y no te han leido. Has dicho una cosa y han comprendido otra. Los hombres han querido otra cosa.
Derramaba lagrimas y los fieles se miraron, preguntandose si estaria hablando de ellos.
El decimoseptimo dia creyeron el fin inminente y los guardias dejaron a sus discipulos acercarse. Habia que formular una pregunta entre todas, pero el corazon de Mani latia en su labio inferior y los fieles renunciaron a hacerle hablar para que no se ahogara aun mas.
Como si hubiera oido sus angustias inexpresadas, abrio los ojos para murmurar con tono de seguridad:
– ?Despues? Lo que en mi era Tinieblas volvera a las tinieblas, lo que en mi era Luz seguira siendo Luz.
Todos ansiaban saber mas, pero la palabra de Mani era tan vacilante que los discipulos se resignaron.
Sin embargo, por la tarde, poco antes de que se cerraran las puertas, recupero el vigor bruscamente. Irguio la cabeza y su voz sono fuerte. ?O seria la voz del «Gemelo»?
– Cuando cierres los ojos por ultima vez, volveran a abrirse inmediatamente, sin que tu lo hayas querido. Y tu primer instante sera de incredulidad, cualquiera que haya podido ser tu fe. En el mas firme de los creyentes subsiste la duda y en el mas obcecado de los descreidos habita la esperanza no confesada. Frente al Mas Alla, los hombres no hacen mas que interpretar papeles, su creencia comun esta inscrita en la fatiga de sus cuerpos.
Esperaron a que recuperara con dificultad el aliento, pero el prosiguio:
– A continuacion viene la prueba.
Alguien a su alrededor habia murmurado la palabra «juicio» y Mani se sobresalto como si le hubieran ofendido.
– ?Que juicio? ?Cuando cierras los ojos, la sentencia ha sido ya pronunciada! ?Por tus propios labios!
Todo su rostro se habia animado, asi como las palmas de sus manos, sus dedos, su garganta, su busto.
– Pasado el instante de incredulidad, cada uno vuelve a sus pequenos defectos, a sus costumbres, y se opera la seleccion entre los seres humanos sin necesidad de tribunal. El que ha vivido para la dominacion sufrira porque ya no se le obedece; el que ha vivido en la apariencia, pierde toda apariencia; el que ha vivido para la posesion, ya no posee nada, su mano se cierra en el vacio. Lo que era de el, pertenece desde ese momento a los demas. Vagara para siempre por los lugares donde transcurrio su vida terrenal, como un perro atado a su correa. Un mendigo ignorado alli donde fue amo.
«Los Jardines de Luz pertenecen a aquellos que han vivido con desprendimiento.»
Guardo silencio. Sus ojos se cerraron. Luego, como si prosiguiera su sermon para si mismo, comenzo de nuevo a mover los labios en un rostro iluminado. De cuando en cuando, un fragmento de frase sin coherencia se escapaba de ellos.
«… el sol no te herira mas los ojos… tu que sabes contemplar la felicidad de los demas… todos los perfumes de la amante… esa mujer no envejecera… alli encontraras todos los libros… y los que nadie ha escrito… aprenderas las edades del universo… te iras hacia el Egipto del Mas Alla…»
Sus discipulos se inclinaban sobre el para recoger esas frases. Todos codiciaban el instante que el habia comenzado a vivir.
El vigesimo dia ordeno a sus fieles que partieran. Todos los hombres y todas las mujeres jovenes, aquellos sobre quienes podia abatirse la persecucion.
Se produjo entonces aquel sublime alboroto. Se propalo una consigna sin que nadie supiera jamas que boca la habia susurrado. No fue la del hijo de Babel, ya que el solo habia murmurado: «Alejaos, dispersaos, dejad pasar el torrente de la venganza, mas tarde os volvereis a levantar». Pero los adeptos propagaron otra muy diferente: «?Hay que escribir el nombre de Mani por todas partes!».
Escribir con carbon, con tiza, pero mas que eso, grabar. Grabar profundamente, en la madera, en el hierro, en la piedra, las letras corrosivas. En los mojones de las encrucijadas, en las murallas de las ciudades, en todos los edificios del Imperio, las prisiones, los palacios, los cuarteles, en todos los lugares de culto, innumerables manos trazaron, cada una en su lengua, el nombre de Mani. Con fervor, para que nadie lo pudiera borrar.
Asi se manifesto la inmensa rabia de la gente de paz. Contra su siglo y contra los milenios venideros; contra las divinidades celosas y las espadas absueltas; contra los cuatro imperios, las cuatro castas, las razas, la sangre; contra los magos avariciosos y los soberanos verdugos.
Contra la muerte. Contra las cadenas. Contra las cadenas de Mani.
La vigesima sexta manana acabo el ultimo acto de su pasion. Sus discipulos hablarian pronto de suplicio, de martirio, de crucifixion; Mani habria dicho simplemente «mi destierro».
Solo le velaban ya unas mujeres de cabellos grises. Sobrecogidas, mudas, abrumadas, inmersas ya en el duelo que se aproximaba. Mani no conseguia ya moverse y respiraba ruidosamente, pero la mirada sobrevivia.
Sus ojos se cruzaron con los de Denagh. Esta comprendio y fue a murmurar algo al oido de las mujeres, que se incorporaron e intentaron serenarse.
Entre ellas se encontraba una discipula a la que llamaban la hija de Atimar. Con voz dulce, se puso a cantar las palabras aprendidas.
La hija de Atimar estaba pronunciando estas palabras cuando Mani ceso de sufrir. Denagh, que era la que estaba mas cerca de el, le cerro los ojos. Luego, puso sobre sus labios un ultimo beso de vida. Las otras mujeres la imitaron.
Era el ano 584 de los astronomos de Babel, el cuarto dia del mes de Addar para la era cristiana, el dos de marzo del ano 274, un lunes.
Desde entonces, la pasion de Mani se confunde con la nuestra.