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Los Jardines De Luz - Maalouf Amin (читать лучшие читаемые книги TXT) 📗

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– Algunas personas se han mostrado siempre hostiles hacia mi, sin que yo haya hecho ningun mal.

– Antes de que hablemos del mal que has causado, dime que bien has hecho a nuestra dinastia. ?No eres de ninguna utilidad en la guerra ni en la caza! ?Pretendes ser medico y jamas has curado a nadie!

– Todos saben que he tratado y sanado…

– Mi padre, el divino Sapor, te nombro medico del palacio, pero no conseguiste evitarle las fiebres y los sufrimientos. ?Y cuando te llamo en su lecho de muerte, no juzgaste oportuno venir!

Asi que Sapor habia querido verle una ultima vez y alguien se habia interpuesto para impedir que le llegara el mensaje. ?Quien habria podido cometer tan abyecta felonia, sino Kirdir, Bahram y sus complices? Mani sentia que el asco y la rabia le invadian y se obligo a dominarlos. Guardo silencio. El monarca se sintio alentado a proseguir.

– ?Y mi hermano, el divino Ormuz? Tu eras su medico, pretendias ser su amigo, pero cuando se sintio mal, tampoco estabas a su lado porque no habias juzgado util acompanarle como te lo habia pedido. Quiza habrias podido aliviar sus dolores.

Hasta Kirdir se mostro turbado por esa alusion, esa nueva confesion enmascarada, pero Bahram le hizo un guino confiado. ?Que podian temer? Uno era el jefe de los magos, que tenian vara alta en la justicia; el otro era el soberano.

– ?No respondes!

Mani suspiro.

– Otros tienen las respuestas. En su corazon y en sus manos.

No dijo mas. Si habia que instruir el proceso de los asesinos de Ormuz, no seria ante semejante tribunal. Bahram parecio decepcionado de que Mani se hubiera contentado con una replica tan alusiva y le lanzo una mirada en la que quiso poner todo el desprecio posible. Luego, se oriento hacia otras quejas.

– Cuando el rey de reyes te llama, jamas estas aqui; pero cuando te prohibe visitar tal o cual region, te diriges inmediatamente a los lugares de los que acabas de ser desterrado. ?Curiosa manera de servir a tus senores!

Mani dejo que hablara. Tenia de nuevo en la mente la imagen de Sapor agonizando y murmurando su nombre, mientras a su cabecera, unos seres de sombra simulaban no haber oido. Imagen angustiosa, pero tambien intensamente reconfortante. En ese instante, el hijo de Babel dejo de lamentar los anos transcurridos junto al gran sasanida.

Entretanto, Bahram seguia farfullando:

– ?He decidido tu destierro y tu me has desobedecido!

– He obedecido a una voz celeste que me ordenaba efectuar un ultimo periplo.

– ?Una voz celeste! ?Es lo que pretendes desde siempre! ?Por que te tendria que hablar el Cielo? ?Por que escogeria en este Imperio a un miserable subdito con la pierna torcida en lugar de dirigirse directamente al rey de reyes?

Desde el principio de la entrevista, a cada pregunta de Bahram, Mani se habia reservado algunos segundos de espera antes de contestar. Era su manera de indicar que habia querido entregarse a la autoridad terrenal, y no al lamentable personaje que la encarnaba. Pero esta vez espero mas tiempo, con los ojos clavados en los del monarca.

– El Cielo debe de tener sus razones, El, que conoce a los hombres mas alla de sus adornos.

Bahram no reacciono. De pronto parecia quebrantado, desenganado. Kirdir quiso reanimar su colera:

– ?Este hombre no intenta decir que es mas digno de honor que los divinos miembros de la dinastia?

El monarca no dijo nada. Permanecia ensimismado. El mago se acerco a el y, como inadvertidamente, le dio un golpe en el hombro con el suyo. Mani sonrio. ?Jamas habria osado nadie actuar de esa manera con Sapor ni con Ormuz! Pero Bahram sacudio la cabeza como si emergiera de una siesta y reanudo su interrogatorio donde lo habia dejado.

– Asi, seria esa voz la que te habria ordenado que desobedecieras al rey de reyes y que te rebelaras.

– ?Nadie ha blandido jamas la espada de la rebelion en mi nombre!

– Has sembrado el desorden. Has apartado a los guerreros de su deber y a los artesanos de su oficio. Has hecho un llamamiento a las gentes para que desprecien las barreras de las castas y de las razas. Ahora, los comerciantes miran a los ojos a los caballeros. Ya no se escucha a los magos. ?No es esto una rebelion?

– El divino Sapor no juzgo nefastas mis ensenanzas, puesto que me autorizo a difundirlas, puesto que escribio a los dignatarios de todas las provincias para que me ayudaran. ?Habria favorecido unas actuaciones contrarias a los intereses del Imperio y de la dinastia?

– Habias acallado su desconfianza.

– ?Durante treinta anos? ?El, el conquistador, el monarca mas temido de su epoca, se habria dejado enganar durante treinta anos y luego, en su lecho de muerte, me habria llamado? En su ultimo soplo de vida y de poder terrenal, ?habria designado como legitimo sucesor al hijo que era mi amigo y mi protector, como todos sabian, aquel a quien temian mis enemigos? ?Es mi nombre el que se esta intentando mancillar hoy o el de los grandes soberanos?

– ?Ni una palabra mas!

Bahram avanzo hacia Mani como para agarrarle, pero recordando su dignidad imperial se contento con escupir una imprecacion inaudible. Para dar tiempo a que el monarca se calmara, Kirdir tomo el relevo para formular una acusacion precisa.

– Mani, hijo de Pattig, al abandonar la Religion Verdadera que es la de nuestros antepasados, te has hecho culpable de apostasia. Al profesar ideas innovadoras que han perturbado a los creyentes, te has hecho culpable de herejia. Dos crimenes contra el Cielo.

– Ciertamente, estoy alejado de las opiniones de Kirdir, pero sigo siendo fiel a Zoroastro.

El monarca se sereno bruscamente.

– Lo que acabo de oir me basta. La acusacion es clara y la defensa tambien. Si Mani es encontrado culpable de herejia y de apostasia, su castigo es la muerte. Si es aun fiel a la ensenanza de Zoroastro como el afirma, renuncio a castigarle y me comprometo a perdonarle su desobediencia a mis ordenes. ?No es esto conforme a nuestra ley?

Kirdir asintio. El hijo de Babel guardo silencio. No comprendia cual era el trato que le proponian. Por lo demas, el monarca no espero su consentimiento.

– Juzguemosle.

Luego, fue a sentarse e invito a Mani a tomar asiento en un divan frente a el. Habia alguien a quien comenzaba a divertirle la escena, la joven amante del rey. Se acerco a el pidiendole que le explicara como iban a desarrollarse las cosas.

– El honorable medico de Babel va a exponer sus ideas y si se las juzga leales a la Religion Verdadera, saldra de aqui libre y gozara de nuestra proteccion. Mani, te escuchamos.

Pero la adolescente no habia comprendido bien.

– Cuando este hombre haya hablado, ?quien juzgara si es fiel o hereje?

– La unica persona que es capaz de resolver en esas materias: el gran mago Kirdir que tenemos la suerte de tener entre nosotros.

Mani tuvo aun el recurso de la risa.

– Antes que someterme a vuestra mascarada, prefiero recibir de vuestras manos una copa de haoma con aconito. ?O era cicuta?

– Esta frase te ha condenado -decreto Kirdir.

– ?Acaso antes de pronunciarla estaba perdonado?

– No -confeso Bahram sin rodeos-. Habia jurado por mis antepasados que moririas. Pero tu perfidia te valdra tener que sufrir.

Siete

Mani fue condenado al suplicio de los hierros. Una pesada cadena sellada alrededor del cuello, otras tres alrededor del busto, tres en cada pierna y tres mas en cada brazo, sin ninguna otra violencia, ni sevicia. Tampoco le encerraron en un calabozo, sino que simplemente le dejaron en un patio enlosado, cerca de un puesto de guardia. Su vida iba a agotarse gota a gota bajo aquel peso. Se dio orden de alimentarle para que sobreviviera mas tiempo, para que sufriera mas tiempo.

Las visitas no le estaban prohibidas. Apenas se conocio la sentencia en los barrios de Beth-Lapat, comenzo el desfile. Alli fueron los discipulos, que se acercaban tanto como los guardias se lo permitian, para lanzar una flor a los pies del Mensajero. Pero sobre todo, acudio una multitud de mirones como en todos los suplicios publicos. Ni uno solo de los habitantes de la ciudad y de los alrededores habria querido perderse el espectaculo que ofrecia el ajusticiado. Venian familias enteras, y si los ninos se asustaban, los padres los tranquilizaban con una risa ligera.

Algunos consideraban un deber insultar al condenado o sermonearle, por celo, por animosidad innata, otros por simple escrupulo de honestidad, ya que no podian decidirse a gozar asi de la distraccion ofrecida por el rey sin pagarla con una palabra.

El tercer dia de la ultima pasion de Mani los ciudadanos siguieron desfilando hasta la puesta del sol, cuando se cerro el porton de madera de su prision a cielo abierto. Entonces quedo bajo la vigilancia de dos imberbes soldados que le flanqueaban evitando que sus miradas se cruzaran. De pronto, se tiraron cara al suelo tan violentamente que se despellejaron las palmas de las manos. Ante ellos acababa de aparecer el monarca en persona. Solo.

Con un carraspeo de garganta, les ordeno que se marcharan. Luego, despues de algunos pasos vacilantes, fue a sentarse al borde de un friso de piedra cerca de Mani y sus cadenas.

– Queria hablarte, medico de Babel. Hay una cuestion que me intriga desde nuestro encuentro.

Por extrano que pudiera parecer, el tono de Bahram estaba desprovisto de animosidad; era casi amistoso. El prisionero se digno levantar los ojos.

– Esa voz celeste que te habla, Mani…

Sus palabras denotaban confusion y como una suplica de nino.

– Ya me respondiste el otro dia, pero no he saciado mi curiosidad.

Mani le contemplo de nuevo, sin miramientos, pero sin destellos de hostilidad. Luego, pacientemente, se puso a contarle los comienzos de su mision, el «Gemelo», el palmeral, la India, hasta el primer encuentro con Sapor. Hablaba con la voz exhausta del que lleva la cruz. El monarca se acerco y se inclino para oir mejor, y cuando le interrumpio fue con el cuchicheo de un intimo.

– ?Pero por que tu, Mani? ?Por que el Cielo no habria hablado directamente al divino Sapor?

– ?Como habria comprendido la gente que la majestad que emanaba de el venia del Cielo y no de su propio poder terrenal? Mientras que cuando el hombre humilde resplandece, esta dando testimonio.

Bahram movio la cabeza con aire sosegado antes de proseguir:

– Me preocupa otra cuestion. ?Que has podido decirles a mi padre, a mi hermano Ormuz, a mis tios y a esa mujer, Denagh, para que sientan por ti tanta veneracion? ?No les habras revelado algun secreto del universo?

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