Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис (читаемые книги читать txt) 📗
—?Banev, estas ahi?
—Idiota —mascullo a media voz, fue al vestibulo y giro la llave. R. Kvadriga entro presuroso a la habitacion. Vestia un batin, estaba despeinado, con ojos desencajados.
—Gracias a Dios, que al menos tu estas aqui —dijo, de inmediato—. Hubiera podido volverme loco... Oye, Banev, hay que largarse... Vamonos, ?eh? Vamonos de aqui, Banev... —Agarro a Viktor por la camisa y lo arrastro al pasillo—. Vamonos, no es posible seguir...
—Estas loco —repuso Viktor, mientras se soltaba—. Vete a dormir, borrachin. Son las tres.
Pero Kvadriga logro agarrarlo de nuevo por la camisa, y Viktor descubrio, asombrado, que el doctor honoris causa estaba totalmente sobrio, ni siquiera olia a alcohol.
—No podemos dormir. Hay que escapar de este edificio maldito. ?Ves lo que ha pasado con la luz? Moriremos aqui... En resumen, hay que largarse de la ciudad. Tengo un coche en la villa. Vamonos. Me iria solo, pero tengo miedo a salir a la calle.
—Aguarda, sueltame —dijo Viktor—. Primero serenate.
Hizo que Kvadriga entrara a la habitacion, lo obligo a sentarse en el butacon y fue al bano a buscar un vaso de agua. Kvadriga se levanto enseguida de un salto y lo siguio.
—Estamos solos tu y yo, no queda nadie —dijo—. Golem no esta, el recepcionista no esta, el gerente no esta...
Viktor abrio el grifo. Hubo un gorgoteo y salieron unas escasas gotas.
—?Que, quieres agua? Vamos, tengo una botella entera. Pero rapido. Y juntos.
Viktor golpeo el grifo. Cayeron unas gotas mas y el gorgoteo ceso.
—?Que ocurre? —pregunto Viktor mientras el miedo le helaba las venas—. ?La guerra?
—Nada de guerra... —Kvadriga hizo un ademan—. Hay que largarse antes de que sea tarde, y el pregunta si hay guerra...
—?Y por que hay que largarse?
—Te lo cuento por el camino —respondio Kvadriga con una risita idiota.
Viktor lo aparto con el codo, salio de la habitacion y se dirigio abajo, a la recepcion. Kvadriga lo seguia, a pasitos cortos.
—Oye —balbuceaba—, vamonos por la puerta de servicio... Solo tenemos que salir, tengo un coche ahi. Ya tiene combustible, lo he recogido todo... Lo presenti, Dios mio... Bebamos un vodka y nos vamos, aqui no queda ni siquiera vodka...
En el pasillo las lamparas de plafon, semejantes a enanitos rojos, apenas alumbraban; en la escalera no habia luz, tampoco en el vestibulo, solo en el puesto del recepcionista habia una bombilla encendida. Alguien estaba alli sentado, y no se trataba del empleado.
—Vamos, vamos —dijo Kvadriga en un susurro y tiro de Viktor en direccion a la salida—. No vayas alli, es un mal lugar...
Viktor se libro de el y echo a andar hacia la recepcion.
—Que desorden hay aqui... —comenzo a decir y callo.
Alli estaba sentado Zurzmansor.
Zurzmansor ocupaba el lugar del recepcionista y escribia deprisa en un grueso cuaderno.
—Banev —dijo, sin levantar la cabeza—. Todo ha terminado, Banev. Adios. Y no olvide nuestra conversacion.
—No tengo intencion de marcharme —repuso Viktor, con voz entrecortada—. Quiero averiguar que pasa con la corriente y el agua. ?Lo han hecho ustedes?
—No —contesto Zurzmansor alzando el rostro amarillento—. No trabajamos mas. Adios, Banev. —Por encima del mostrador le tendio la mano enfundada en un guante. Viktor se la tomo de forma maquinal, percibio el apreton y lo devolvio—. Asi es la vida. El futuro lo crea uno, pero no es para el. Seguramente usted ya se ha dado cuenta de ello. O lo comprendera pronto. Esto tiene que ver mas con usted que con nosotros. Adios. —Hizo un gesto con la cabeza y se puso nuevamente a escribir.
—?Vamonos! —susurro Kvadriga al oido de Viktor.
—No entiendo nada —pronuncio Viktor, elevando tanto la voz que retumbo en el vestibulo—. ?Que esta ocurriendo aqui?
No queria que hubiera silencio en el vestibulo. No queria sentirse alli como un extrano. El extrano en aquel lugar no era el, y Zurzmansor no tenia por que estar sentado en la recepcion a las tres de la manana. Y no me podran intimidar, yo no soy Kvadriga... Pero Zurzmansor no lo escuchaba, no queria escucharlo. Entonces, Viktor se encogio demostrativamente de hombros, giro sobre si mismo y se encamino hacia el restaurante. Se detuvo ante las puertas.
La enorme lampara central emitia una luz mortecina, igual que las lamparitas de pie y los apliques de las paredes. El salon estaba lleno. Los leprosos ocupaban las mesas. Todos eran identicos, unicamente sus poses eran diferentes. Unos leian, otros dormian y la mayoria, como paralizados, miraban a un punto del espacio. Los craneos desnudos brillaban, olia a humedad y a medicamentos. Las ventanas estaban abiertas de par en par, en el suelo se veian charcos de agua. No se oia sonido alguno, solo el chapoteo de la lluvia que llegaba desde fuera.
Un Golem tenso, preocupado, con aspecto envejecido, aparecio ante Viktor.
—?Por que esta aqui todavia? —pregunto a media voz—. Vayase, no puede estar aqui.
—?Como que no puedo? —pregunto Viktor, irritado de nuevo—. Quiero beber.
—Baje la voz —replico Golem—. Creia que ya se habia marchado. Llame a su puerta. ?Adonde va ahora?
—A mi habitacion. Cogere una botella y me ire a mi habitacion.
—Aqui no hay bebidas alcoholicas.
Viktor, en silencio, senalo con el dedo el bar, donde la luz mortecina se reflejaba en las filas de botellas. Golem miro tambien en esa direccion.
—No —dijo—. No lo creo.
—?Quiero beber! —repitio Viktor con terquedad.
Pero no percibia esa terquedad dentro de si. Mas bien actuaba como un gallito. Los leprosos lo miraban. Los que leian habian bajado sus libros, los paralizados habian girado la cabeza, solamente los que dormian seguian durmiendo. Lo miraban decenas de ojillos brillantes, que parecian colgados de la neblina rojiza.
—No vaya a su habitacion —lo previno Golem—. Vayase del hotel. Vaya con Lola... O a la villa del doctor... Solo hagame saber donde se encuentra. Yo pasare a buscarlo. Escucheme, Viktor, no se deje dominar por la soberbia, haga lo que le digo. Ahora no puedo contarle nada, ademas seria indecente. Es una lastima que Diana no este, ella le diria lo mismo...
—?Y donde esta Diana?
Golem miro de nuevo por encima del hombro y despues echo un vistazo al reloj.
—A las cuatro... o a las cinco... estara en la estacion de autobuses, en las Puertas del Sol.