Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
—Oh, Dios mio. Oh, Dios mio —gemia alguien monotonamente a su lado, mascullando.
La alfombra estaba llena de cristales rotos, cartuchos de bala, trozos de yeso... Unos hombres horribles, con antorchas en las manos, entraron corriendo por la puerta y se dirigieron directamente hacia el.
Despues, estaba fuera, en el portal. Sentado, con las piernas abiertas, con las manos apoyadas sobre la piedra fria, y un fusil sin cerrojo sobre las rodillas. Olia a humo, en un lugar al borde de su conciencia retumbaba una ametralladora, los caballos relinchaban asustados...
—Aqui me van a aplastar, seguro que me van a aplastar... —repetia el en voz alta, con monotonia, como si quisiera grabarselo en la cabeza.
Pero no lo aplastaron. Volvio en si sobre el pavimento, a un lado de la escalera. Pegaba la mejilla al granito irregular, encima de el ardia una lampara de mercurio, el fusil habia desaparecido al igual que su cuerpo, le parecia estar suspendido en el vacio con la mejilla pegada al granito, y delante de el, en la plaza, se desarrollaba una extranisima tragedia.
Vio un blindado que se movia con chirridos metalicos a lo largo de las farolas que bordeaban la plaza, a lo largo del anillo de carretas y carretones, mientras su torreta giraba a uno y otro lado salpicandolo todo de balas trazadoras que volaban por toda la plaza, y delante del blindado galopaba un caballo, que arrastraba sus arreos... Y de pronto, del monton de vehiculos, salio un carro cubierto por una lona, cortandole el camino al blindado. El caballo salto bruscamente a un lado y choco contra el poste de una farola, mientras que el blindado freno de repente y derrapo. En ese momento aparecio un hombre alto vestido de negro, levanto una mano y se dejo caer sobre el asfalto. Bajo el blindado hubo una llamarada, se oyo un estallido y el vehiculo metalico se achanto pesadamente sobre la parte trasera. El hombre de negro salio corriendo de nuevo. Dio la vuelta al blindado, metio algo por la tronera de observacion del conductor y salto a un lado. Entonces, Andrei vio que se trataba de Fritz Geiger. La tronera se ilumino por dentro, el blindado se estremecio, y por alli salio una larga lengua de fuego. Fritz, con las piernas dobladas y apoyandose con las manos en el suelo, se movia de lado, como un cangrejo, en torno al vehiculo, y entonces la puerta del blindado se abrio y de alli salio un bulto despeinado, envuelto en llamas, que con un penetrante aullido comenzo a rodar por el asfalto, soltando chispas.
Despues, volvio a desmayarse, como si hubieran bajado el telon. Hubo voces enfurecidas y chillidos sobrehumanos, y el sonido de muchos pies pisando el pavimento. Del blindado que ardia llegaba un hedor a hierro recalentado y a gasolina. Fritz Geiger, rodeado por una multitud de gente con brazaletes blancos, alzandose sobre ellos, gritaba ordenes, hacia gestos bruscos y con sus largos brazos senalaba en diversas direcciones, con el rostro y los desordenados cabellos rubios cubiertos de hollin. Otros hombres con brazaletes blancos rodearon una farola a la entrada de la alcaldia, treparon hasta arriba y desde alli dejaron caer unas largas sogas que se balancearon al viento. Arrastraban a alguien por la escalera, alguien que trataba de soltarse, que intentaba patear, que chillaba con voz de mujer histerica de tal manera que dolian los oidos, y de repente toda la escalera se lleno de gente, de rostros oscuros y barbudos, y se oyo el sonido de los cerrojos de las armas. De repente, el chillido ceso y el cuerpo oscuro se arrastro hacia arriba por la farola, sacudiendose y retorciendose. De la multitud salieron unos disparos, las piernas que se movian quedaron colgando extendidas, y el cuerpo oscuro comenzo a girar lentamente en el aire.
Y despues, unas sacudidas espantosas despertaron a Andrei. Su cabeza saltaba sobre unos bultos que olian a algo, iba a alguna parte, lo llevaban quien sabe adonde.
—?Arre, arre... andando! —gritaba una voz conocida y airada.
Y frente a el, sobre el fondo del cielo negro, ardia la alcaldia. Por las ventanas salian lenguetas de fuego, lanzando chispas a la oscuridad, y se veia como se balanceaban los cuerpos estirados que colgaban de las farolas.
DOS
Despues de lavarse y cambiarse de ropa, con una venda que le cubria el ojo derecho. Andrei yacia a medias en el sillon y miraba sombrio como el tio Yura y Stas Kowalski, que tambien llevaba la cabeza vendada, comian con ansiedad un guiso humeante directamente de la olla, Selma, llorosa, estaba sentada a su lado, sollozando espasmodicamente y tratando de tomarle la mano. Tenia el cabello despeinado, el rimel le manchaba las mejillas, su rostro estaba hinchado y totalmente cubierto de manchas rojas. Y la bata transparente que vestia, empapada por delante de agua jabonosa, le daba un aspecto extrano.
—Eso significa que queria hacerte pedacitos —decia Stas, sin dejar de comer—. Te torturo asi, lentamente, para prolongar el sufrimiento. Conozco eso, los husares azules me dieron el mismo tratamiento. Pase por todo el procedimiento, ya habian comenzado a pisotearme cuando, gracias a Dios, resulto que no era a mi al que debian ejecutar, sino a otro...
—Te rompieron la nariz, pero eso no es nada —le ratifico el tio Yura—. La nariz no es lo principal, y rota sirve igual... Y la costilla... —Hizo un ademan con la mano en la que tenia la cuchara—. Ya ni se cuantas costillas me he roto. Lo fundamental es que las tripas estan intactas, el higado, el pancreas...
Selma solto un suspiro entrecortado y de nuevo trato de agarrar la mano de Andrei, que la miro.
—Deja de llorar —dijo—. Ve a vestirte.
La chica se levanto, obediente, y se fue a otra habitacion. Andrei se registro la boca con la lengua, encontro algo duro y lo escupio en la palma de la mano.
—Se me ha caido un empaste —dijo.
—?Si? —se asombro el tio Yura.
Andrei se lo mostro. El tio Yura lo examino y sacudio la cabeza. Stas lo imito.
—Un caso poco frecuente —dijo—. Yo, cuando estuve convaleciente, estuve en cama tres meses, ?sabes?, perdi todos los incisivos. Una anciana me lavaba todos los dias con agua caliente. Se murio, y mirame, yo estoy vivo. Y no me paso nada.
—?Tres meses! —dijo Yura con desprecio—. Cuando me volaron una nalga cerca de Elnia, estuve medio ano en el hospital. Es horrible, hermanito, que te vuelen una nalga. Ahi, en las nalgas, se conectan los principales vasos sanguineos. A mi me alcanzo la metralla de forma tangencial. Muchachos, les pregunte, ?donde esta mi trasero? Me arranco los pantalones del todo, como si no me los hubiera puesto. Bueno, algo quedo en las pantorrillas, pero mas arriba, ?nada! —Lamio la cuchara—. Aquella vez, a Pedia Chepariov le volaron la cabeza —dijo—. Aquel mismo proyectil.
Stas tambien lamio la cuchara. Durante algun tiempo se quedaron callados, mirando la olla. Despues, Stas tosio con delicadeza y nuevamente metio la cuchara en el vapor. El tio Yura siguio su ejemplo.