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Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗

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Se incorporo apoyandose en las manos y bajo al peldano inferior.

«Si regreso al tablero no lograre salir del Edificio. Me tragara. Eso esta claro, ya se ha tragado a muchos, hay declaraciones de los testigos al respecto. Pero el problema no es solo ese. Debo retornar a mi despacho y desentranar todo esto. Ese es mi deber. Es lo que tengo que hacer ahora. Todo lo demas es solo un espejismo...»

Bajo otros dos peldanos. Habia que liberarse del espejismo y volver al trabajo. Alli nada era casual. Alli todo estaba muy bien pensado. Se trataba de una monstruosa ilusion, organizada por provocadores que intentaban destruir la fe en la victoria total, corroer los conceptos de la moral y el deber. Y no era una casualidad que, a un lado del Edificio, estuviera aquel cine asqueroso, llamado “Nueva Ilusion”. ?Nueva! En la pornografia no hay nada nuevo, pero el cine se denominaba nuevo. ?Todo estaba claro! ?Y que habia al otro lado? Una sinagoga...

Bajo rapidamente las escaleras y llego a una puerta con el letrero de «Salida». Al poner la mano en el picaporte, al comenzar a empujar la puerta, al vencer la resistencia del muelle que chirriaba, se dio cuenta de repente de lo que habia de comun en todas aquellas miradas que le dirigieran alla arriba. Un reproche. Sabian que no volveria. El mismo no se habia dado cuenta de ello, pero lo sabian sin sombra de duda...

Salio presuroso a la calle, se lleno ansioso los pulmones de aire humedo y nebuloso, y con el corazon rebosante de felicidad vio que alli todo seguia igual: la neblina cubria la calle Mayor a la derecha y a la izquierda, y frente a el, al otro lado de la calle, estaba la moto con sidecar y su chofer, el policia, dormido del todo, con la cabeza metida en el cuello del capote.

«El gordo duerme —penso, con cierta ternura—, esta agotado.» Y en ese momento, una voz dentro de el pronuncio muy alto: «?Tiempo!», y Andrei, con un gemido, se echo a llorar de desesperacion al recordar entonces la regla mas terrible del juego, una regla pensada especialmente contra los llorones intelectuales y bienpensantes: el que interrumpe la partida se rinde; el que se rinde, pierde todas sus piezas.

—?Nooooo! —grito mientras se volvia en busca del picaporte de cobre. Pero ya era tarde. El Edificio se retiraba. Retrocedia y se perdia lentamente en la niebla reinante entre las paredes de la sinagoga y el cine Nueva Ilusion. Se retiraba, susurrando, chirriando, haciendo sonar los cristales de las ventanas y crujir las vigas. De la azotea cayo una teja que se rompio al golpear un banco de piedra.

Andrei empujaba con todas sus fuerzas el picaporte, pero parecia haberse soldado con la madera de la puerta: el Edificio se movia cada vez mas rapido, y Andrei corria, casi colgado de el como de un tren que se aleja. Empujaba y tiraba del picaporte: de pronto tropezo con algo, cayo y sus dedos engarrotados soltaron la lisa superficie de cobre, algo crujio en su cabeza pero el seguia viendo como el Edificio retrocedia, apagando las ventanas sobre la marcha. Doblo tras la pared amarilla de la sinagoga, desaparecio, aparecio de nuevo como si echara un vistazo con las dos ultimas ventanas iluminadas, pero se apagaron y se hizo la oscuridad.

TRES

Estaba sentado en el banco, ante la desabrida fuente de cemento, y apretaba el panuelo humedecido, tibio ya, contra un enorme chichon sobre el ojo derecho. Habia perdido el sentido y le dolia la cabeza con tanta fuerza que temia haberse fracturado el craneo; le ardian las rodillas despellejadas y se le habia dormido el codo herido, que sin embargo daba senales de que se haria sentir en un futuro inmediato. A proposito, quien sabe si todo aquello era lo mejor que podia ocurrir. De esa manera, lo sucedido adquiria los rasgos bien definidos de la mas brutal realidad. No habia ningun Edificio, no habia ningun estratega ni un charco oscuro bajo la mesa, no habia ajedrez ni tampoco traicion, solamente un hombre vagando en la oscuridad que se habia quedado traspuesto, habia tropezado y habia caido al otro lado de la barrera de cemento para ir a parar a la estupida fuente, golpeandose con fuerza contra el fondo su cabeza de idiota y el resto del cuerpo.

Andrei entendia perfectamente que, en realidad, nada era tan sencillo, pero le resultaba agradable pensar que quiza fuera solo un delirio, que habia tropezado y se habia caido; en ese caso todo era divertido y al menos comodo.

«Que hago ahora —penso, con la cabeza llena de brumas—. He encontrado el Edificio, estuve dentro, lo vi todo con mis propios ojos... ?Y que mas? No me lleneis la cabeza, no lleneis esta cabeza mia tan grande con discursos vacios sobre rumores, mitos y toda esa propaganda. Eso, en primer lugar. No me lleneis la cabeza... Pero, perdon, creo que era yo el que le llenaba la cabeza a todos. Hay que poner en libertad a ese... como se llama... el de la flauta. Me gustaria saber si esa Ela suya tambien jugaba al ajedrez. Maldita sea, como me duele la cabeza...»

El panuelo estaba totalmente tibio. Andrei camino con dificultad hacia la fuente, se inclino sobre la barandilla y metio el panuelo bajo el chorro helado. Dentro del chichon alguien pugnaba con furia por salir fuera. Eso si es un mito. Y ademas, un espejismo... Exprimio el panuelo, volvio a apretarlo contra el sitio lastimado y miro al otro lado de la calle. El gordo seguia durmiendo.

«Maldita bola de sebo —penso Andrei con furia—. Esta en horario de servicio. ?Para que te he traido conmigo? ?Acaso te he traido aqui para que te pongas a roncar? Hubieran podido matarme cien veces... Claro, y este cerdo, despues de dormir a gusto, hubiera ido manana a la fiscalia y, como si nada, hubiera informado: el senor juez de instruccion entro anoche al Edificio Rojo y no volvio a salir.»

Durante unos momentos, Andrei acaricio en su mente la dulce idea de recoger un cubo de agua helada, acercarse al gordinflon y echarselo por el cuello del capote. Seguro que se despertaria. Asi se divertian los muchachos en las reuniones: si alguien se quedaba dormido, con el extremo de un cordon le ataban un zapato a salva sea la parte, y despues le ponian el zapato asqueroso en la cara. El durmiente se enfurecia, y lanzaba el zapato por el aire con todas sus fuerzas... Era muy comico.

Andrei volvio al banco y descubrio que tenia un vecino. Era un hombrecito pequeno y enjuto, vestido todo de negro, hasta su camisa era negra. Estaba alli sentado con las piernas cruzadas y un viejo sombrero hongo sobre las rodillas. Seguro que era el custodio de la sinagoga. Andrei se dejo caer a su lado con pesadez, palpandose con cuidado los bordes del chichon a traves de la tela.

—Pues, bien —dijo el hombre, con voz cascada—. ?Y que va a pasar?

—Nada especial —repuso Andrei—. Los pescaremos a todos. No voy a dejar eso asi.

—?Y despues?

—No se —dijo Andrei, tras pensarlo—. Quiza aparezca otra porqueria. El Experimento es el Experimento. Y va para largo.

—Es eterno —apunto el anciano—. Segun cualquier religion, es eterno.

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