Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
»Nada de eso tiene sentido, tener derecho o no tenerlo... El derecho al poder lo tiene quien lo ejerce. O mas exactamente, el derecho al poder lo tiene quien constituye el poder. Si puedes subordinar a los demas, tienes derecho al poder. ?Si no puedes, perdona, hombre!
»?Seguireis adelante, miserables! —le dijo mentalmente a la expedicion dormida—. Y no lo vais a hacer porque yo mismo tenga muchas ganas de llegar a lejanias ignotas, como ese pavo real barbudo de Izya, sino porque os ordenare que sigais. Y os dare esa orden, hijos de perra, botarates, cruzados epilepticos, no por un sentido del deber ante la Ciudad o, que Dios me libre, ante Geiger, sino porque tengo el poder, y debo hacer patente ese poder en todo momento, tanto ante vosotros, carroneros, como ante mi mismo. Y ante Geiger. Ante vosotros porque, de otra manera, me devorariais. Ante Geiger, porque si no me echaria, y tendria razon. Y ante mi... No se si sabeis que los reyes y todos los monarcas tuvieron suerte en su tiempo. Su poder les venia directamente de Dios, no podian imaginarse a si mismos ni a sus subditos sin ese poder. Por cierto, a pesar de eso no podian ni bostezar. Y nosotros, gente menuda, no creemos en Dios. No fuimos ungidos con mirra para ocupar el trono. Debemos preocuparnos por nosotros mismos. Aqui, como se dice, el que puede, agarra. No necesitamos impostores, yo soy el que voy a mandar. Ni tu, ni el, ni ellos, ni nadie. Yo. El ejercito me apoya.
»Vaya empanada mental —penso, incluso con cierta incomodidad. Se volvio hacia el otro lado y, para sentirse mas comodo, metio la mano bajo la almohada, donde estaba mas fresco. Sus dedos tropezaron con la pistola—. ?Y como pretende el senor consejero llevar a cabo su programa? ?Habra que disparar! No en una fantasia (?Soldado Chnoupek, salga de las filas...!), no se trata de dedicarse al onanismo intelectual, sino de disparar contra un ser vivo, quiza desarmado, y puede ser que ni siquiera sospeche nada, tal vez inocente... ?A la mierda con todo esto! Contra un ser vivo, dispararle al vientre, a sus partes blandas, a las tripas. No, no soy capaz de eso. Nunca lo hice y juro que ni siquiera me lo imagino... En el kilometro trescientos cuarenta yo tambien dispare, por supuesto, como todos, por miedo, sin darme cuenta de nada... ?Pero alli no vi a nadie, alli tambien dispararon contra mi!
»No importa —siguio pensando—. Digamos que alli, el humanismo es tambien la falta de costumbre... ?Y si, a pesar de todo, no siguen adelante? Yo les doy la orden y ellos me dicen que vaya a que me den, anda tu mismo, hermanito, si tienes lo que hay que tener...
»?Pero eso seria una buena idea! Darle a esos impresentables un poco de agua, parte de los alimentos, entregarles el tractor roto, que lo reparen si quieren volver... Largaos, no nos haceis falta. Que lujo, librarse de la mierda de una vez. —Por cierto, al momento imagino la cara que pondria el coronel al oir semejante propuesta—. No, el coronel no lo entenderia. Es de una estirpe diferente. Es de esos... los monarcas. Simplemente, la idea de no cumplir con su deber no le pasa por la cabeza. Y en todo caso, ese problema no lo haria sufrir... Es de los aristocratas militares. Le va bien, su padre fue coronel, su abuelo fue coronel, y el bisabuelo tambien fue coronel, y mira que clase de imperio conquistaron, cuanta gente habran aniquilado... Pues, si ocurre algo, que sea el quien dispare. A fin de cuentas, se trata de su gente. No tengo la intencion de inmiscuirme en sus asuntos. ?Diablos, cuan harto estoy de todo esto! ?Intelectualucho putrefacto, mira toda la podredumbre que acumulas dentro de la calavera! ?Deben seguir adelante, y eso es todo! Yo cumplo una orden, y vosotros debeis subordinaros. Si la infrinjo, nadie va a pasarme la mano y vosotros, que os lleve el diablo, lo vais a pasar muy mal. Es todo. Y a la mierda. Es mejor pensar en una buena hembra que en estas idioteces. Lo unico que me faltaba, la filosofia del poder...»
Se volvio de nuevo, arrastrando la sabana bajo el cuerpo, y con cierto esfuerzo comenzo a pensar en Selma. Vestida en su salto de cama color lila, inclinandose ante el lecho para dejar la bandeja con el cafe sobre la mesita... Se imagino con todo detalle como lo haria con Selma, y a continuacion, sin el menor esfuerzo, se vio a si mismo en su despacho, donde se encontraba Amalia, recostada en el butacon, con la faldita levantada hasta las axilas. Entonces se dio cuenta de que todo aquello habia llegado demasiado lejos.
Echo a un lado la sabana, adopto intencionadamente una pose incomoda para sentarse, de manera que el borde del catre se le clavaba en el trasero, y permanecio un rato en esa posicion, mirando con fijeza el rectangulo de la ventana, debilmente iluminado por una luz difusa. Despues, echo un vistazo al reloj. Eran pasadas las doce.
«Ahora me levanto —penso—. Bajo al primer piso. ?Donde duerme ella, en la cocina?» Antes, aquella idea le causaba un asco totalmente justificado. Pero ahora no sentia nada semejante. Se imagino los pies descalzos y sucios de la Lagarta, pero no se detuvo en ellos y siguio ascendiendo. De repente, sintio curiosidad por saber como seria desnuda. A fin de cuentas, una hembra es una hembra.
—?Dios mio! —dijo en voz alta.
La puerta chirrio enseguida y el Mudo aparecio en el umbral. Una sombra negra en la oscuridad. Solo se distinguia el blanco de los ojos.
—?Para que has venido? —le dijo Andrei con tristeza—. Vete a dormir.
El Mudo desaparecio, Andrei bostezo, nervioso, y se dejo caer de lado en la cama.
Desperto horrorizado, empapado en sudor de pies a cabeza.
—Alto, ?quien vive? —se oyo el grito del centinela bajo la ventana. Su voz era penetrante, desesperada, como si estuviera pidiendo socorro.
Y en ese mismo momento. Andrei escucho unos golpes pesados, aplastantes, como si alguien golpeara ritmicamente las piedras con un enorme mazo.
—?Alto o disparo! —chillo el centinela, con una voz antinatural, y comenzo a disparar.
Andrei no supo como llego a la ventana. A la derecha, en la oscuridad, surgia espasmodicamente la llama de los disparos. Mas arriba, en la calle, aquel destello dejaba al descubierto algo oscuro, enorme, inmovil, de contornos incomprensibles, de donde brotaban chorros de chispas verdosas. Andrei no logro entender nada. Al centinela se le termino el cargador, reino el silencio un instante y al momento el hombre comenzo a chillar en la oscuridad como un caballo, a patear con las botas, y de repente fue a parar al circulo de luz bajo la ventana, cayo, dio vueltas en el sitio mientras agitaba en el aire el fusil descargado, y a continuacion, sin dejar de chillar, corrio hacia el tractor, se escondio en la sombra de las orugas, mientras todo el tiempo intentaba extraer el cargador de repuesto del cinturon, pero no lo conseguia... Y entonces se oyeron de nuevo los feroces golpes de mazo contra la piedra: bumm, bumm, bumm...
Cuando Andrei llego a la calle solo con la chaqueta, sin pantalones, con las botas sin atar y la pistola en la mano, ya se habia congregado alli mucha gente.
—?Tevosian, Chnoupek! —mugia como un toro el sargento Fogel—. ?Por la derecha! ?Listos para disparar! ?Anastasis! ?Al tractor, tras la cabina! ?Vigilad, listos para hacer fuego! ?Mas rapido! ?Pareceis cerdos moribundos! ?Vasilenko! ?Por la izquierda! Al suelo, con... ?A la izquierda, asno eslavo! ?Al suelo, vigila bien! ?Palotti! ?Adonde vas, spaghetti? —Agarro por el cuello de la camisa al italiano, que corria sin ton ni son, le dio una feroz patada en el trasero y lo empujo hacia el tractor—. ?Tras la cabina, so bestia! ?Anastasis, ilumina la calle a todo lo largo!