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Pideme lo que quieras, ahora y siempre - Maxwell Megan (электронную книгу бесплатно без регистрации .txt) 📗

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?He colgado a Iceman!

Esto le habra enfadado muchisimo. El movil vuelve a sonar. Eric. Corto la llamada, y cuando insiste, directamente lo apago. Me da igual que se enoje. Por mi como si se da de cabezazos contra la pared. Me integro en la conversacion e intento olvidarme de mi aleman.

Los amigos de Marta son divertidisimos, y al salir del local vamos a comer algo a un restaurante. Como siempre, todo buenisimo. O como siempre, mi hambre es atroz. Tras salir del restaurante, Reinaldo propone ir a un establecimiento cubano, y de cabeza vamos.

Cuando entramos en Guantanamera, Reinaldo nos presenta a muchos paisanos que como el viven en Munich. ?Madre mia, que cantidad de cubanos viven aqui! Media hora despues, ya soy cubana y digo eso de «ya tu sabes mi amol».

Marta y yo nos ponemos hasta arriba de mojitos. Menuda es Marta. Es todo lo opuesto a su hermano tratandose de diversion. Es mas espanola que la tortilla de patatas, y eso me lo demuestra por la marcha que tiene. La tia es de las mias, y juntas hacemos buena camarilla. Anita tampoco se queda atras. Cuando suena la cancion Quimbara de la maravillosa Celia Cruz, Reinaldo me invita a bailar, y yo acepto.

Quimbara quimbara quma quimbamba.

Quimbara quimbara quma quimbamba

Ay, si quieres gozar, quieres bailar. ?Azucar!

Quimbara quimbara quma quimbamba.

Quimbara quimbara quma quimbamba.

?Madre miaaaaaaa, que marcha!

Reinaldo baila maravillosamente bien, y yo me dejo llevar. Muevo caderas. Subo brazos. Pasito para adelante. Pasito para atras. Doy vueltas. Muevo hombros y ?azucarrrrrrrrrrrrr!

Las horas pasan y yo cada vez estoy de mejor humor. ?Viva Cuba!

Sobre las once de la noche, Marta, algo desconchada por la marcha que llevamos, me mira y dice entregandome su movil:

—Es Eric. Tengo mil llamadas perdidas suyas y quiere hablar contigo.

Resoplo y, ante la mirada de la joven, lo cojo.

—Dime, pesadito, ?que quieres?

—?Pesadito? ?Me acabas de llamar pesadito?

—Si, pero si quieres te puedo llamar otra cosa —respondo mientras suelto una risotada.

—?Por que has apagado el movil?

—Para que no me molestes. En ocasiones, eres peor que Carlos Alfonso Halcones de San Juan cuando tortura a la pobre Esmeralda Mendoza.

—?Has bebido? —pregunta sin entender bien de lo que hablo.

Consciente de que en este momento llevo mas mojitos que sangre en mi cuerpo, exclamo:

—?Ya tu sabes mi amol!

—Jud, ?estas borracha?

—?Noooooooooooooo! —me mofo. Deseando seguir con la juerga, pregunto—: Venga Iceman, ?que quieres?

—Jud, quiero que me digas donde estas para ir a recogerte.

—Ni lo pienses, que me cortas el rollo —respondo, divertida.

—?Por el amor de Dios! Te has ido esta manana y son las once de la noche, y...

—Corto y cambio, guaperas.

Le paso el movil a Marta, que tras escuchar algo que su hermano le dice, lo cierra. Apartandome del grupo, cuchichea:

—Que sepas que mi hermano me ha dado dos opciones. La primera: que te lleve de regreso a casa. La segunda: cabrearle mas y, cuando regresemos, el mundo temblara.

Escuchar eso me hace reir, y respondo dispuesta a pasarlo bien:

—?Que tiemble el mundo, mi amol!

Marta suelta una risotada y, sin mas, las dos salimos a bailar la Bemba Colora mientras gritamos: «?Azucar!».

De madrugada regresamos, mas ebrias que sobrias. Cuando para en la verja negra susurro:

—?Quieres pasar? Seguro que el pitufo grunon tiene algo que decir.

—Ni lo pienses —responde riendo Marta—. Ahora mismo voy a hacer las maletas y a huir del pais. Cuando me pille Eric, me va a despellejar.

—?Que no me entere yo que me lo cargo! —exclamo riendo, y me bajo del coche.

Pero antes de que pueda decir nada mas, se abre la verja negra y aparece Eric con la cara totalmente descompuesta. A grandes zancadas, se dirige hacia el coche y, asomandome para mirar a su hermana, sisea:

—Ya hablare contigo..., hermanita.

Marta asiente y, sin mas, arranca y se va. Nos quedamos solos, uno frente al otro en medio de la calle. Eric me agarra del brazo, apremiandome.

—Vamos..., regresemos a la casa.

De pronto, un grunido desgarra el silencio de la calle, y antes de que ocurra algo que podamos lamentar, me suelto de Eric y, mirando al emisor de aquel grunido, murmuro con calma:

—Tranquilo, Susto, no pasa nada.

El animal se acerca a mi y me rodea cuando Eric pregunta:

—?Conoces a ese chucho?

—Si. Es Susto.

—?Susto? ?Le has llamado Susto?

—Pues si. ?A que es muy monoooooo?

Sin dar credito a lo que ve, Eric arruga la cara.

—Pero ?que lleva en el cuello?

—Esta resfriado y le he hecho una bufanda para el —aclaro, encantada.

El perro posa su huesuda cabeza en mi pierna y lo toco.

—No lo toques. ?Te mordera! —grita Eric, enfadado.

Eso me hace reir. Estoy segura de que Eric lo morderia antes a el.

—No toques a ese sucio chucho, Jud, ?por el amor de Dios! —insiste.

Un ruidito sale de la garganta del animal y, divertida, me agacho.

—Ni caso de lo que este diga, ?vale, Susto? Y venga, ve a dormir. No pasa nada.

El perro, tras echar una ultima ojeada a un descolocado Eric, se aleja y veo que se mete en la destartalada caseta. Eric, sin decir nada mas, comienza a andar y yo le pregunto:

—?Puedo llevar a Susto a casa?

—No, ni lo pienses.

?Lo sabia! Pero insisto:

—Pobrecito, Eric. ?No ves el frio que hace?

—Ese chucho no entrara en mi casa.

?Ya estamos con su casa!

—Anda, mi amol. ?Porfapleaseeee!

No contesta, y al final, decido seguirlo. Ya insistire en otro momento. Mientras camino tras el, poso mi mirada en su trasero y en sus fuertes piernas.

?Guau! Ese culo apretado y esas fuertes piernas me hacen sonreir y, sin que pueda remediarlo, ?zas!, le doy un azote.

Eric se para, me mira con una mala leche que para que, no dice nada y continua andando. Yo sonrio. No me da miedo. No me asusta y estoy juguetona. Me agacho, cojo nieve con las manos y se la tiro al centro de su bonito trasero. Eric se para. Maldice en aleman y sigue andando.

?Aisss, que poco sentido del humor!

Vuelvo a coger mas nieve, y esta vez se la tiro directamente a la cabeza. El proyectil le impacta en toda la coronilla. Suelto una carcajada. Eric se da la vuelta. Clava sus frios ojos en mi y sisea:

—Jud..., me estas enfadando como no te puedes ni imaginar.

?Dios...! ?Dios, que sexy! ?Como me pone!

Continua su camino y yo lo sigo. No puedo apartar mis ojos de el a pesar del frio que tengo, y sonrio al imaginar todo lo que le haria en ese instante. Cuando entramos en la casa, el se marcha a su despacho sin hablarme. Esta muy enfadado. Un calorcito maravilloso toma todo mi cuerpo. Ahora soy consciente del frio que hace en el exterior. Pobre Susto. Cuando me despojo del abrigo, decido seguirlo al despacho. Le deseo. Pero antes de entrar me quito las empapadas botas y los vaqueros. Me estiro la camiseta, que me llega hasta la mitad de los muslos, y abro la puerta. Cuando entro, Eric esta sentado a su mesa ante el ordenador. No me mira.

Camino hacia el, y cuando llego a su altura, sin importarme su gesto incomodo, me siento a horcajadas sobre el. En este momento, es consciente de que no llevo pantalones. Sus ojos me dicen que no quiere ese contacto, pero yo si quiero. Exigente, le beso en los labios. El no se mueve. No me devuelve el beso. Me castiga. Mi frio Iceman es un tempano de hielo, pero yo con mi furia espanola he decidido descongelarlo. Vuelvo a besarlo, y cuando siento que el no colabora, murmuro cerca de su boca:

—Te voy a follar y lo voy a hacer porque eres mio.

Sorprendido, me mira. Pestanea y vuelvo a besarlo. Esta vez su lengua esta mas receptiva, pero sigue sin querer colaborar. Le muerdo el labio de abajo, tiro de el y, mirandolo a los ojos, se lo suelto. Despues, enredo mis dedos en su cabello y me contoneo sobre sus piernas.

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