Samarcanda - Maalouf Amin (серии книг читать бесплатно txt) 📗
Mis lagrimas habian comenzado a correr de la manera mas tonta. Shuster se callo y me contemplo con circunspeccion y cierto desasosiego.
– Disculpeme si por mi tono o mis palabras le he herido involuntariamente.
Me levante y le tendi la mano para estrechar la suya.
– No me ha herido, senor Shuster, solo me ha conmovido. Voy a transmitir sus palabras a mis amigos persas. Su reaccion no sera diferente a la mia.
Al salir de su casa, corri al Baharistan, donde sabia que encontraria a Fazel. En cuanto lo divise a lo lejos, grite:
– ?Fazel, otro milagro!
El 13 de junio, el Parlamento persa decidia, por una votacion sin precedente, otorgar a Morgan Shuster plenos poderes para reorganizar las finanzas del pais. De ahi en adelante, seria invitado regularmente al Consejo de Ministros.
Mientras tanto, otro incidente era la comidilla del bazar y las cancillerias. Un rumor, de origen desconocido pero facil de adivinar, acusaba a Morgan Shuster de pertenecer a una secta persa. El asunto puede parecer absurdo, pero los propagadores habian destilado bien su veneno para dar a la mentira visos de verosimilitud. De la noche a la manana los americanos se convirtieron en sospechosos a los ojos de la gente. Una vez mas se me encargo que hablara con el Tesorero General. Nuestras relaciones eran cordiales desde el primer encuentro. Me llamaba Ben y yo le llamaba Morgan. Le expuse el objeto del delito:
– Se dice que entre tus sirvientes hay babis o bahais notorios, lo que me ha confirmado Fazel. Se dice tambien que los bahais acaban de fundar en Estados Unidos una rama muy activa. Y han sacado la conclusion de que todos los americanos de la delegacion eran, de hecho, bahais , que con el pretexto de sanear las finanzas del pais, han venido a ganar adeptos.
Morgan reflexiono un momento:
– Voy a responder a la unica pregunta importante: no, no he venido para predicar o convertir, sino para reformar las finanzas persas que lo necesitan mucho. Anadire, para tu informacion, que por supuesto no soy babai , que solo me entere de la existencia de estas sectas en un libro del profesor Browne, justo antes de venir, y que ademas seria incapaz de ver la diferencia entre babi y bahai . Si se trata de mis sirvientes, que son mas de quince en esta inmensa casa, todo el mundo sabe que estaban aqui antes de mi llegada. Su trabajo me satisface y es la unica cosa que importa. ?No tengo la costumbre de juzgar a mis colaboradores por su fe religiosa o el color de su corbata!
– Comprendo perfectamente tu actitud, que esta de acuerdo con mis propias convicciones. Pero estamos en Persia y las sensibilidades son, a veces, diferentes. Vengo de visitar al Ministro de Finanzas y estima que para hacer callar a los calumniadores habria que despedir a los sirvientes involucrados en este caso. Por lo menos a algunos de ellos.
– ?El ministro de Finanzas se preocupa de este, asunto?
– Mas de lo que piensas. Teme que ponga en peligro toda la accion realizada en su sector. Me ha rogado que le informe de mi gestion esta misma tarde.
– Entonces no voy a retrasarte. ?Le diras de mi parte que no se va a despedir a ningun sirviente y que para mi el asunto esta zanjado!
Se levanto. Yo me senti en la obligacion de insistir:
– ?No estoy seguro de que esta respuesta sea suficiente, Morgan!
– ?Ah! ?no? Entonces anadiras de mi parte: «Senor Ministro de Finanzas, si no tiene otra cosa mejor que hacer que averiguar la religion de mi jardinero, yo puedo proporcionarle varios expedientes mas importantes para ocupar su tiempo.»
No informe al Ministro mas que del contenido de esas palabras, pero se que Morgan se las repitio el mismo textualmente a la primera ocasion, sin que por otra parte se suscitara el menor drama. En realidad, todo el mundo estaba contento de que al fin se dijeran sin rodeos ciertas cosas sensatas.
– Desde que Shuster esta aqui -me confio un dia Xirin-, hay en la atmosfera algo mas sano, mas limpio. Siempre nos imaginamos que se necesitan siglos para salir de una situacion caotica, inextricable. De pronto aparece un hombre y como por encanto el arbol que creiamos condenado reverdece y comienza a dar hojas de nuevo, frutos y sombra. Este extranjero me ha devuelto la fe en los hombres de mi pais. No les habla como a indigenas, no respeta susceptibilidades y mezquindades, les habla como a hombres y los indigenas descubren de nuevo que son hombres. ?Sabes que en mi propia familia, las ancianas rezan por el?
XLVI
N o me apartaria en modo alguno de la verdad si, afirmara que en aquel ano de 1911 toda Persia vivia pendiente del «americano» y que era indiscutiblemente, de todos los responsables, el mas popular y uno de los mas poderosos. Los periodicos apoyaban su actuacion con tanto mas entusiasmo cuanto que se molestaba reunir a veces a los redactores para exponerles sus proyectos y solicitar incluso sus consejos sobre algunas cuestiones espinosas.
Sobre todo, y eso era lo mas importante, su dificil mision iba camino de lograr el exito. Incluso antes la reforma del sistema fiscal, Shuster habia conseguido equilibrar el presupuesto, simplemente limitando el robo y el despilfarro. Antes de que el llegara, innumerables personajes, principes, ministros o altos dignatarios enviaban al Tesoro sus exigencias, una cifra garrapateada en una hoja grasienta, y los funcionarios se veian obligados a satisfacerlas so pena de perder su puesto o la vida. Con Morgan, todo habia cambiado de la noche a la manana.
Un ejemplo entre otros: en el Consejo de Ministros del 17 de junio, se le pidio a Shuster, en un patetico tono, la suma de cuarenta y dos mil tumanes para pagar el sueldo de las tropas de Teheran.
– ?Si no, estallara una rebelion y toda la responsabilidad recaera sobre el Tesorero General! -exclamo Amir-i-Azam, «el Emir Supremo», Ministro de la Guerra.
Respuesta de Shuster:
– El senor Ministro ha recibido hace diez dias una suma equivalente. ?Que ha hecho con ella?
– La he gastado en pagar una parte de los sueldos atrasados. Las familias de los soldados tienen hambre, los oficiales estan totalmente endeudados, ?la situacion es insostenible!
– ?El senor Ministro esta seguro de que no queda nada de esas sumas?
– ?Ni una moneda!
Shuster saco entonces de su bolsillo una pequena cartulina escrita con una letra minuciosa, que consulto ostensiblemente antes de afirmar:
– La suma que el Tesoro entrego hace diez dias fue depositada en su totalidad en la cuenta personal del Ministro y no se ha gastado ni un solo tuman. Tengo aqui el nombre del banquero y las cifras.
El Emir Supremo, gigante adiposo, se levanto relampagueando de ira; se puso la mano extendida sobre el pecho y paseo una mirada furiosa sobre sus colegas:
– ?Se esta tratando de poner en tela de juicio mi honor?
Como nadie le tranquilizaba sobre ese punto, anadio:
– Juro que si efectivamente semejante suma esta en mi cuenta, he sido el ultimo en saberlo.
En vista de que a su alrededor aparecian algunas muecas incredulas, se decidio hacer venir al banquero y Shuster pidio a los miembros del Gabinete que esperaran alli mismo. En cuanto se recibio el aviso de que el hombre habia llegado, el Ministro de la Guerra se precipito a su encuentro. Despues de un intercambio de cuchicheos, el Emir Supremo volvio hacia sus colegas con una sonrisa ingenua.
– Ese maldito banquero no habia comprendido mis directrices y aun no ha pagado a las tropas. ?Ha sido un malentendido!
El incidente se termino penosamente, pero desde entonces los altos dignatarios del Estado no se atrevieron ya a llevar a cabo aquel alegre saqueo del Tesoro que se venia realizando desde hacia siglos. Ciertamente, habia descontentos pero tenian que callarse, ya que la mayoria de la gente, incluso entre los responsables del Gobierno, tenia razones para estar satisfecha: por primera vez en la historia, los funcionarios, los soldados y los diplomaticos persas en el extranjero recibian sus sueldos a tiempo.
En los propios medios financieros internacionales se comenzo a creer en el milagro Shuster. La prueba es que los hermanos Seligman, banqueros en Londres, decidieron conceder a Persia un prestamo de cuatro millones de libras esterlinas sin imponer ninguna de las clausulas humillantes que solian ir unidas a ese tipo de transaccion. Ni retencion sobre las recaudaciones de Aduanas, ni hipoteca de ninguna clase; un prestamo normal a un cliente normal, respetable y potencialmente solvente. Era un paso importante. A los ojos de aquellos que intentaban someter a Persia era un precedente peligroso. El gobierno britanico intervino para bloquear el prestamo.
Durante ese tiempo, el zar habia recurrido a metodos mas brutales. En julio llego la noticia del regreso del antiguo shah con dos de sus hermanos y a la cabeza de un ejercito de mercenarios para reconquistar el poder. Pero ?acaso no estaba retenido en Odessa, en una residencia vigilada y con la promesa expresa del gobierno ruso de no permitirle jamas volver a Persia? Cuando fueron interrogadas, las autoridades de San Petersburgo respondieron que habia escapado a su vigilancia y viajado con pasaporte falso, que su armamento habia sido transportado en cajas marcadas como «agua mineral», por lo que no se consideraban responsables de su rebelion. De modo que el shah habria abandonado su residencia en Odessa, atravesado con sus hombres los varios cientos de millas que separan Ucrania de Persia, se habria embarcado con su cargamento en un buque ruso, habria cruzado el Caspio y desembarcado en la costa persa, ?y todo esto sin que el gobierno del zar ni su ejercito, ni la Okhrana, su policia secreta, lo hubiesen advertido en ningun momento?
?Pero para que argumentar? Lo mas importante de todo era impedir que la fragil democracia persa se derrumbara. El Parlamento pidio creditos a Shuster y esta vez el americano no discutio. Por el contrario, procuro que en pocos dias se pusiera en pie un ejercito con el mejor equipo disponible y abundante municion, sugiriendo el mismo el nombre del comandante Efraim Kan, un brillante oficial armenio que lograria en tres meses aplastar al ex shah y enviarlo de nuevo al otro lado de la frontera.