La batalla - Rambaud Patrick (читать книги онлайн .TXT) 📗
Essling, incluso antes que Wagram y la posterior hecatombe del sueno napoleonico, marco la frontera entre la gloria y la ignominia, pero Essling, que como se nos explica ya intento novelar Balzac, aunque carecio de paciencia para llevarlo a cabo, es mas que una batalla. Sintetiza todo el absurdo y el horror de la guerra, de todas las guerras. Eso es algo que Patrick Rambaud plasma de modo magistral en su obra, donde se nos traza con delicadeza, a veces con sutil crueldad, la genealogia de la guerra. Tambien, fundamentalmente, su desarrollo interno. El punto de vista narrativo, pues, es el de alguien que estuviera dentro de la batalla. En el lado frances, se nos dira. Si, pero aunque los austriacos jamas salen hablando, por ejemplo, estan tanto o mas que los propios franceses. Asi, leyendo La batalla uno puede aprender mas de los mecanismos de la guerra de lo que al principio imaginaba. Esta es, en efecto, una novela logistica (no me atrevo a decir: una novela militar, aunque tambien) en la que, y esa es su principal virtud, ademas de la extremada elegancia con la que esta narrada, llama la atencion el hecho de que siendo en apariencia unica y exclusivamente, digamos, una novela logisticomilitar, tambien habla, y con indudables dosis de hondura, de las pasiones humanas. He ahi la mano maestra de Rambaud para describirnos ciertos paisajes o atmosferas: «De subito los pajaros dejaron de cantar», y eso significa que va a iniciarse el baile de la Muerte. O cuando describe al emperador: «Napoleon estaba muy palido, la piel casi transparente, con el semblante liso y desprovisto de expresion de una estatua inacabada. Contemplo el cielo, y entonces poso en el suelo la mirada de sus ojos vacios». Acaba de hacernos una descripcion de su alma.
Como dije antes, tambien en esta novela aprendemos a entender la guerra desde su mismo corazon, que no desde su imposible sentido etico. Aprendemos a distinguir por que los caba llos pueden o no comer avena y cebada. 0 de que dependen las victorias, a veces de un viento repentino o del capricho de un rio, como sucedera con el Danubio. Aprendemos a enfrentarnos cara a cara al espanto mas inenarrable, y que se sintetiza en esa demoniaca proclividad que tienen los hombres a masacrarse ciclicamente entre si, con multitud de escenas sobrecogedoras.
Como los medicos castrenses deben utilizar sierras de carpintero -infectadas, claro- para cercenar y amputar piernas, brazos, todo. Como se emborracha con vino barato a los soldados para que se lancen a los brazos de una muerte practicamente segura. Como esos soldados se levantan entre la hierba y los escombros, absolutamente ensangrentados, y no saben a quien pertenece esa sangre, si a ellos, a algun companero o a cualquier animal, y asi aguardan, sencillamente, morir o seguir viviendo unos minutos o dias mas. La obsesion por el descanso: «Cada uno de ellos pensaba que descansaria despues de la batalla, en el suelo o bajo tierra», que mas da. 0 que se siente al hundir la espada en un pecho enemigo y como crujen las costillas. Y como se evita la mirada de ese enemigo al que acabas de destripar, y antes de derrumbarse para siempre te observa, incluso sin rencor, mas bien con estupefaccion y duda, preguntandose en silencio por que has hecho eso con el, que ni siquiera te conocia de nada, si hasta puede que fuese campesino como tu, o herrero o padre de familia. ?Por que? Porque hay napoleones y, lo que es peor, hombres cultos que los exaltan, en todos los paises y epocas, en libros-libelo camuflados de muy eruditas tesis historiograficas o novelas historicas destinadas exclusivamente a vender -una forma como otra de que todo se perpetue- y a impedir que muera la sempiterna fascinacion por figuras como la de Bonaparte, al que uno de sus fieles del Estado Mayor comenta que aguardan la llegada de refuerzos, y Napoleon le dice: «Cuando esos batallones crucen el Danubio seremos sesenta mil… -Menos los muertos -murmuro Sainte-Croix. -?Como decis? -Nada, Sire, me aclaraba la voz.»
No obstante, creo que hay un momento sublime en la novela, en el sentido de que explica el sinsentido de la guerra y su azote a lo largo de las civilizaciones. Los franceses estan descan sando en mitad de la batalla, pues ha llegado la noche. De repente, cuando empieza a amanecer, a lo lejos se oye el rumor de unos pifanos. Tocan una cancion. Son los austriacos, que se disponen a volver a la carga con renovadas energias y fe. Y la cancion que oyen los franceses es La Marsellesa, adoptada ahora por sus enemigos como un himno de lucha por la independencia y la libertad. Entonces las tropas napoleonicas guardan silencio, «se callaron para escuchar el antiguo himno del ejercito del Rhin, extendido en toda la Francia sublevada por los voluntarios de Marsella, que acompano a la Revolucion y a sus soldados hasta que llego el imperio, cuando fue prohibido por decreto como una vulgar cancion sediciosa». Es ese el instante magico en el que Lannes y Massena evitan mirarse, avergonzados, pues ahora son mariscales, ricos, e incluso… ?aristocratas!, y todo por designio de su venerado Sire. Pero es tambien ese el momento en que ellos saben que han perdido la guerra, pues no luchan por salvar lo que les pertenece y siempre fue suyo, sino por tener mas y mas sin importarles en exceso sacrificar impunemente a cientos de miles de inocentes patriotas en el campo de batalla.
Essling, por lo tanto, no fue una batalla mas. Desde que ha servido para que un escritor especule en torno a ella, dejando una leccion para la posteridad, adquiere proporciones que tras cienden con mucho su importancia en los libros de historia militar. Entender Essling es, de entrada, estar prevenidos contra los Esslings que sin duda volveran. Articular una estrategia de defensa para evitarlo, eso sera ya hacer de pequenos bonapartes en esta vida que nos ha tocado vivir.