Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
—?Que me miras? —pregunto Fritz, bonachon—. ?No te recuperas del enema? Pues no es nada, amigo, un enema puesto por la superioridad es una fiesta del corazon para el subordinado.
—Oye —dijo Andrei—. ?con que objetivo armaste toda esa escena? Himmler, la Gestapo... ?Que, se trata de algun metodo nuevo de investigacion?
—?Escena? —Fritz levanto la ceja derecha—. Amigo, eso funciona como un canon. —Cerro el expediente abierto y salio de detras de la mesa—. Me asombra que no lo hayas utilizado. Te aseguro que si le hubieras dicho que habias trabajado en la Cheka o en la GPU, y hubieras sacudido delante de su nariz unas tijeras, ese bribon te hubiera dado un beso... Oye, me llevo algunos casos tuyos, tienes aqui una montana tal que no podras rebajarla ni en un ano. Asi que me los llevo y despues me lo compensas de alguna manera.
Andrei lo miro agradecido y Fritz le respondio con un guino amistoso. Era un tipo trabajador ese Fritz. Y un buen camarada. Quien sabe si seria asi como habria que trabajar. ?Por que hay que ser delicado con esa escoria? Es verdad, en Occidente les han dado un susto de muerte habiendoles de los sotanos de la Cheka, y con la carrona asquerosa como el tal Coxis cualquier medio es bueno...
—?Quieres hacerme alguna pregunta? ?No? Entonces me marcho. —Se metio las carpetas bajo el brazo y salio de detras de la mesa.
—?Si! —Andrei cayo en cuenta—. Oye, ?no te llevaras el caso del Edificio? ?Dejamelo!
—?El caso del Edificio? Querido amigo, mi altruismo no llega tan lejos. Del caso del Edificio ocupate tu mismo, como...
—Aja —dijo Andrei, en tono serio y decidido—. Yo mismo... A proposito —recordo—, ?que caso es ese, el de las Estrellas Fugaces? El nombre me suena, pero no tengo la menor idea de que se trata, ni de que son esas estrellas.
—Hay un caso con ese nombre —dijo Fritz con la frente llena de arrugas, mirando a Andrei con curiosidad—. No me digas que te lo han asignado. Entonces, estas acabado. Lo lleva Chachua. Algo totalmente sin esperanzas.
—No —dijo Andrei, suspirando—. Nadie me lo ha asignado. Sencillamente, el jefe me aconsejo que le echara un vistazo. ?No se tratara de una serie de asesinatos rituales?
—No, no se trata de eso. Aunque quien sabe. Es un caso que se prolonga hace varios anos, amigo. De vez en cuando, aparecen al pie de la Pared cuerpos totalmente destrozados de personas que obviamente han caido desde gran altura, quiza de la Pared...
—?Como que de la Pared? —se asombro Andrei—. ?Acaso es posible treparse alla arriba? Pero si es totalmente lisa... ?Y con que fin? Si no se ve la cima.
—?Ese es el misterio! Primero se penso que alla arriba tambien habia una ciudad parecida a la nuestra, y que nos tiraban a la gente desde alli, de la misma manera que aqui los pueden tirar al barranco. Pero en dos ocasiones se logro identificar los cuerpos. Resulto que eran habitantes de la ciudad. Nadie entiende como subieron alla arriba. Por el momento, lo unico que queda es suponer que se trata de alpinistas desesperados que intentaban escapar de la ciudad escalando... Mas, por otra parte... En general, es un caso muy oscuro. Si quieres conocer mi opinion, es un caso en punto muerto. Bueno, tengo que irme.
—Gracias. Buena suerte —dijo Andrei, y Fritz se marcho.
Andrei fue a sentarse en su sillon, retiro todas las carpetas menos la del caso del Edificio y las guardo en la caja fuerte. Permanecio sentado un rato, con la cabeza apoyada en las manos. Despues, tomo el telefono, marco el numero de su casa y espero. Como siempre, nadie respondio durante largo rato, despues levantaron el auricular.
—?Aa-lo? —contesto una voz de bajo, obviamente ebria. Andrei no respondio, se limito a apretar el auricular contra el oido—. ?Alo, alo? —mugia la voz ebria, despues callo y solo se oia una respiracion jadeante y la lejana voz de Selma, que cantaba una triste tonada de las que habia traido el tio Yura:
Levantate, levantate, Katia,
los navios han llegado.
Dos de ellos son azules,
el otro es color indigo...
Andrei colgo el telefono, se estiro y se froto las mejillas.
—Ramera de mierda —mascullo con amargura—, es incorregible. —Abrio la carpeta.
El caso del Edificio habia sido incoado aun en los tiempos en que Andrei era basurero y no sabia, ni queria saber nada, de los rincones oscuros de la ciudad. Todo habia comenzado cuando en los sectores 16, 18 y 32 comenzo a desaparecer gente de forma sistematica. Desaparecian sin dejar huella, y no se podia descubrir nada sistematico en aquellas desapariciones, ninguna regularidad, ningun sentido. Ole Svensson, cuarenta y tres anos, trabajador de la fabrica de papel, salio por la tarde a comprar pan y no regreso, nunca llego a la panaderia. Stefan Ciwulski, veinticinco anos, policia, desaparecio una madrugada de su puesto en la esquina de la calle Mayor con la calle del Diamante, fue hallado su cinturon, pero nada mas, ninguna huella. Monica Lerier, cincuenta y cinco anos, modista, saco a pasear a su perro antes de dormir, el perro regreso sano y salvo, pero la modista desaparecio. Y etcetera, etcetera, hasta contar mas de cuarenta desapariciones.
Con bastante rapidez aparecieron testigos que aseguraban que las personas desaparecidas habian entrado la vispera en un determinado edificio, que segun las descripciones era el mismo en todos los casos, pero lo extrano era que los diferentes testigos ofrecian una localizacion diferente del edificio. Josif Humboldt, sesenta y tres anos, peluquero, en presencia de su conocido Leo Paltus, entro en un edificio de tres plantas, de ladrillo rojo, situado en la esquina de la Segunda Derecha con el callejon Piedra Gris, y desde ese momento nadie volvio a verlo. Cierto Theodor Buch declaro que Semion Zajodko, treinta y dos anos, granjero, que desaparecio posteriormente, entro en un edificio de las mismas caracteristicas, pero situado en la Tercera Izquierda, no lejos de la catedral catolica. David Mkrtchian narro como se tropezo en el callejon del Adobe con su antiguo companero de trabajo. Ray Dodd, cuarenta y un anos, limpiador de letrinas: estuvieron un rato conversando, hablando de la cosecha, de asuntos familiares y otros temas neutrales, y a continuacion Dodd habia dicho: «Aguarda un momento, tengo que ir a un sitio, salgo enseguida. Si no estoy aqui en cinco minutos, vete, quiere decir que me he liado...». Entro en un edificio de ladrillo rojo con ventanas cubiertas de lechada. Mkrtchian lo espero quince minutos, y despues siguio su camino; Ray Dodd desaparecio para siempre, sin dejar huella.
El edificio de ladrillo rojo aparecia en las declaraciones de todos los testigos. Unos aseguraban que tenia tres plantas, otros que cuatro. Unos prestaban atencion a ventanas cubiertas de lechada, otros a ventanas tapadas por un enrejado. Y no habia dos testigos que coincidieran en la ubicacion del edificio.
Por la ciudad corrian rumores. En las colas de la leche, en las peluquerias, en diferentes locales, corria de boca en boca, en un murmullo siniestro, la leyenda nuevecita, recien estrenada, del Edificio Rojo que vagaba por la ciudad, se acomodaba en alguna parte entre los edificios de siempre y, con las horribles fauces abiertas, al acecho, esperaba la llegada de gente que no estuviera al tanto. Aparecieron amigos de parientes de conocidos que habian logrado salvarse, huyendo de las insaciables entranas de ladrillo. Contaban cosas horrorosas y, como prueba, ensenaban cicatrices y fracturas acontecidas al saltar del segundo, del tercero y hasta del cuarto piso. Segun todos aquellos rumores y leyendas, el edificio por dentro estaba vacio, alli no acechaban asaltantes, psicopatas sadicos ni enormes sanguijuelas velludas. Pero las tripas de piedra de los pasillos se cerraban de repente y aplastaban a su presa: bajo los pies surgian negros abismos que lanzaban un gelido hedor a cementerio: fuerzas desconocidas empujaban a las personas por pasos y tuneles oscuros, cada vez mas estrechos, hasta que quedaban atrapadas, empotradas en la ultima grieta entre las piedras, mientras en recintos vacios con paredes descascaradas, entre pedazos de revoque caidos del techo, se pudrian huesos destrozados que asomaban de trapos endurecidos por la sangre seca...