Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
Dia 32°. El grupo de reconocimiento no ha regresado. He hecho una ultima advertencia al cartografo Roulier y a los soldados Chnoupek y Tevosian debido a la pelea de la noche anterior, y les he retenido la cuota de agua del dia...
Seguia un zigzag de tinta y varias salpicaduras sobre el papel, y con eso terminaban las notas. Al parecer, en ese momento habia comenzado el tiroteo en la calle. Quejada salio a ver y nunca mas regreso.
Andrei releyo las notas. «Si. Quejada, eso era lo que tu querias. Cosechaste lo que habias sembrado. Y yo, acusando siempre a Pak, que estupido, que Dios lo tenga en la gloria... —Se mordio el labio y cerro los ojos, y de nuevo, delante de el, aparecio el cuerpo hinchado, enfundado en la chaqueta azul de sarga. De repente, se dio cuenta: trigesimo segundo dia—. ?Como que el trigesimo segundo dia? ?El trigesimo!
Ayer hice la anotacion correspondiente al vigesimo octavo... —Presuroso, paso la pagina—. Si. El vigesimo octavo... Y esos cadaveres hinchados llevaban alli varios dias. Dios, ?que es esto? Uno, dos... ?Que dia es hoy? ?Si hemos partido hoy mismo por la manana!»
Recordo la plaza ardiente, llena de pedestales vacios, y la oscuridad gelida del panteon, y las estatuas ciegas tras la mesa infinita... Eso habia ocurrido tiempo atras. Mucho tiempo atras.
«Si. Entonces, una fuerza malevola me enredo, me mareo, me atonto, me narcotizo... Hubiera podido regresar ese dia, habria encontrado vivo al coronel, no habria permitido...»
La puerta se abrio de par en par y entro un Izya que no se parecia a si mismo: reseco, con una larga cara huesuda, sombrio, rabioso, como si quien llorara y gimiera como una mujer pocos momentos antes no hubiera sido el. Tiro su mochila medio vacia a un rincon y se sento en un butacon frente a Andrei.
—Los cadaveres son, por lo menos, de hace tres dias —dijo—. ?Entiendes que esta ocurriendo?
Sin decir palabra, Andrei empujo hacia el por encima de la mesa el libro de bitacora. Izya lo agarro ansioso, devoro las notas en un santiamen y levanto unos ojos enrojecidos hacia Andrei.
—El Experimento es el Experimento —dijo este, con una sonrisa retorcida.
—Y una m-mierda... —dijo Izya, con odio y asco. Releyo las notas y tiro el libro sobre la mesa—. ?Hijos de perra!
—En mi opinion, nos liaron en la plaza. Donde estaban los pedestales.
Izya asintio, se recosto en el butacon, levanto la barba y cerro los ojos.
—?Y que vamos a hacer, consejero? —pregunto, Andrei callaba—. ?No se te vaya a ocurrir pegarte un tiro! —dijo Izya—. Te conozco, joven comunista... aguilucho.
Andrei solto una risita amarga y se arreglo el cuello de la camisa.
—Escucha —musito—. Vamonos a otra parte...
Izya abrio los ojos y los clavo en Andrei.
—Ese olor que entra por la ventana —explico Andrei con dificultad—. No lo resisto...
—Vamos a mi habitacion.
En el pasillo, el Mudo se levanto al verlos. Andrei lo tomo por el musculoso brazo desnudo y lo llevo con ellos. Los tres entraron en la habitacion de Izya. Alli las ventanas daban a otra calle. A lo lejos, por encima de las azoteas, se divisaba la Pared Amarilla. No se percibia ningun hedor, hacia hasta un poco de fresco, pero no quedaba sitio para sentarse, todo estaba cubierto de papeles y libros.
—En el suelo, sentaos en el suelo —dijo Izya, y se dejo caer sobre su cama, sucia y en desorden—. Pensemos algo. No tengo intencion de morirme. Aun tengo muchas cosas que hacer por aqui.
—Pensar, ?que? —replico Andrei, sombrio—. Da igual. No hay agua, se la llevaron, y la comida ardio. No podemos regresar, nunca lograriamos atravesar el desierto... Aunque alcanzaramos a esos miserables... No, no los podemos alcanzar, han transcurrido varios dias... —Callo un instante—. Si encontraramos agua... ?Esta muy lejos ese acueducto del que hablabas?
—Veinte kilometros. O treinta.
—Si vamos de noche, cuando hace frio...
—No se puede ir de noche —dijo Izya—. Esta oscuro. Y los lobos...
—Aqui no hay lobos —replico Andrei.
—?Como lo sabes?
—Pues entonces es mejor que nos peguemos un tiro.
Andrei sabia ya que no se pegaria un tiro. Queria vivir. Nunca antes habia sabido que se podia desear la vida con tanta fuerza.
—Esta bien. Hablemos en serio.
—Hablo en serio. Quiero vivir. Y sobrevivire. Ahora, todo me da igual. Quedamos tu y yo solamente, ?lo entiendes? Nosotros debemos sobrevivir, eso es todo. Y que ellos se vayan a hacer punetas. Simplemente, encontraremos agua y nos quedaremos a vivir donde la encontremos.
—Correcto —dijo Izya, se sento en la cama, metio una mano bajo la camisa y se puso a rascarse—. Por el dia, beberemos agua, y por la noche te dare por el saco...
—?Tienes otra propuesta? —pregunto Andrei mirandolo, sin entender.
—Por ahora, no. Es correcto, primero hay que encontrar agua. Sin agua, estamos acabados. Y despues veremos que hacer. Pero he estado pensando en algo: es obvio que salieron huyendo a toda pastilla tan pronto termino la masacre. Les entro miedo. Se montaron en el remolque y salieron disparados. Creo que si registramos bien la casa, podremos encontrar agua y comida.
Estaba a punto de decir algo mas, pero se detuvo con la boca abierta. Sus ojos casi se le salian de las orbitas.
—?Mira eso, mira eso! —susurro, asustado.
Andrei se volvio enseguida hacia la ventana.
Al principio, no vio nada de particular, solo oyo un estruendo lejano, como un alud, como si cayeran piedras en alguna parte... Despues sus ojos detectaron cierto movimiento en el plano amarillo vertical que se elevaba por encima de las azoteas.
Desde arriba, saliendo de la neblina azulada donde desaparecia el mundo, se deslizaba hacia abajo, con el vertice por delante, una extrana nube triangular. Se desplazaba desde una altura inconcebible, y aun estaba muy lejos de la base de la pared, pero ya se podia distinguir algo que giraba con rabia en el vertice, tropezando y saltando en obstaculos invisibles, un cuerpo pesado con una silueta dolorosamente familiar. A cada sacudida, de aquel cuerpo salian fragmentos que continuaban cayendo a su lado, trozos de piedra que caian en abanico, levantando remolinos de polvo claro que formaban una nube y se apartaban, como una ola ante la proa de una lancha rapida, mientras el estruendo se hacia cada vez mas fuerte y se descomponia en sonidos varios, desde los golpes de las piedras al chocar con el monolito hasta el zumbido amenazador de un alud gigantesco...
—?El tractor! —pronuncio Izya con voz entrecortada.