Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
Yacia de espaldas, y aunque su rostro estaba muy ennegrecido e inflamado. Andrei pudo reconocerlo: era uno de los geologos, el sustituto de Quejada. Ted Kaminski. Lo mas horrible era que solo llevaba los calzoncillos y una chaqueta enguatada de algodon, como las de los choferes. Al parecer, le habian disparado por la espalda y la rafaga lo habia atravesado: por delante, la chaqueta mostraba una serie de agujeros de los que salian jirones de guata gris. A unos cinco pasos yacia un fusil automatico sin cargador.
El Mudo toco el hombro de Andrei y senalo hacia delante. Alli, al lado derecho de la calle, recostado en la pared, yacia otro cadaver. Se parecia a Permiak. Lo habian alcanzado, al parecer, en el centro de la calle, alli se veia aun sobre los adoquines una mancha negra reseca.
Se habia arrastrado hasta la pared, dejando un espeso rastro negro y alli habia muerto, con la cabeza torcida y abrazandose con todas sus fuerzas el vientre, destrozado por las balas.
Se habian matado entre si, presa de un ataque incontenible de ferocidad, como carniceros enloquecidos, como tarantulas enfurecidas, como ratas a las que el hambre les habia hecho perder la cabeza. Como seres humanos.
Atravesado en el medio de un callejon sin pavimentar, vecino al campamento, sobre un monton de excrementos, yacia Tevosian. Habia corrido en pos del tractor que se dirigio por aquel callejon en direccion al precipicio, levantando la tierra endurecida con sus orugas. Tevosian habia corrido en pos del tractor desde el campamento mismo, disparando sobre la marcha, y desde el tractor respondieron a sus disparos, y en esa misma esquina, donde aquella noche se erguia la estatua con la jeta de sapo, le habian dado y el quedo alli, mostrando sus dientes amarillentos, enfundado en su guerrera militar manchada de polvo, excrementos y sangre. Pero antes de morir, o quiza despues, el tambien habia hecho blanco: a medio camino del precipicio, con los dedos clavados en la tierra levantada por las orugas, se veia la mole del sargento Fogel. Mas adelante el tractor habia continuado sin el hasta el precipicio mismo, y despues habia caido al abismo.
El remolque terminaba lentamente de arder en el campamento. Unas llamitas color naranja corrian por los bidones ennegrecidos por el calor, abollados y llenos de agujeros de bala, y borbotones de humo negro se elevaban lentamente hacia un cielo mate. Del monton carbonizado sobre el remolque sobresalian las piernas de alguien, y de alli brotaba aquel mismo olor apetitoso que entonces daba nauseas.
El cadaver desnudo de Roulier colgaba de la ventana de los cartografos. Sus largos brazos peludos casi rozaban la acera, donde yacia un fusil automatico. Toda la pared alrededor de la ventana estaba destrozada por las balas, y al otro lado de la calle, abatidos por la misma rafaga, yacian uno sobre otro Vasilenko y Palotti. Junto a ellos no se veia ningun arma, y el rostro reseco de Vasilenko conservaba una expresion de susto y asombro total.
El segundo geologo, el segundo cartografo y Ellizauer, el jefe tecnico, habian sido fusilados ante la misma pared. Asi yacian, bajo una puerta acribillada a balazos. Ellizauer estaba en calzoncillos, los otros dos estaban desnudos.
Y en el mismo centro de aquella hecatombe apestosa, en el medio de la calle, sobre una larga mesa con patas de aluminio, cubierto con la bandera britanica, yacia serenamente, con los brazos cruzados sobre el pecho, el coronel Saint James, en su guerrera de gala, con todas sus condecoraciones, con la misma expresion seca, imperturbable de siempre, y hasta con una sonrisita ironica. Junto a el, recostado en una de las patas de la mesa, con la cabeza canosa apoyada en el pavimento, yacia Dagan, tambien en su guerrera de gala, apretando en la mano el baston partido del coronel.
Y eso era todo. Seis soldados, entre los que estaba Chnoupek, el ingeniero Quejada, la prostituta llamada Lagarta y el segundo tractor con el otro remolque habian desaparecido. Quedaban los cadaveres, varios equipos de prospeccion geologica tirados en un monton, varios fusiles automaticos... Y el hedor. Y un hollin grasiento. Y la peste asfixiante a carne quemada proveniente del remolque que no terminaba de arder. Andrei entro corriendo en su habitacion, se dejo caer en el butacon y, con un gemido, se cubrio el rostro con las manos. Todo habia terminado. Para siempre. Y no habia manera de evitar el dolor, la verguenza, la muerte...
«Yo los traje hasta aqui —penso—. Yo los abandone como un cobarde, como un canalla. Queria descansar. Descansar un momento de sus jetas, de su mal olor, miserable mocoso. ?Coronel, ay, coronel! ?No debio morir, no! Si yo no me hubiera ido, el no hubiera muerto. Si el no hubiera muerto, aqui nadie se habria atrevido a nada. Bestias, bestias... ?Hienas! ?Tenia que haberlos fusilado! —Solto un largo gemido y se froto la mejilla humeda con la manga—. Ah, me refrescaba en una biblioteca. Le soltaba discursitos a las estatuas. Estupido, charlatan, lo echaste todo a perder, acabaste con todo... ?Ahora muerete, canalla! Nadie llorara por ti. ?Quien cono te necesita en ese estado? Ha sido terrible, terrible... Se persiguieron, se tirotearon, remataron a los caidos, dispararon a los muertos, llevaron a gente a fusilar, a patadas, a gritos. ?Hasta donde hemos llegado, muchachos, eh! ?Hasta donde os hice llegar! ?Y para que? ?Para que?»
Golpeo la mesa con los punos muy apretados, se irguio, se seco el rostro con la mano. Podia oir al otro lado de la puerta el llanto y los gemidos confusos de Izya, y los arrullos del Mudo, como los de una paloma, que intentaba tranquilizarlo.
«No quiero vivir —penso Andrei—. No quiero. Que todo esto se vaya al infierno.» Se levanto de la mesa para ir en busca de Izya, de la gente, y de repente vio alli delante, abierto, el libro de bitacora de la expedicion. Lo aparto de si con asco, pero al instante se dio cuenta de que la ultima pagina habia sido escrita por otro. Se sento y comenzo a leer.
Quejada habia escrito:
Dia 31 o. Ayer, en la manana del 30? dia de expedicion, el consejero Voronin, acompanado por el archivero Katzman y el emigrado Pak, salieron de reconocimiento con la intencion de regresar al campamento antes de la oscuridad, pero no volvieron. Hoy, a las 14 horas 30 minutos, murio subitamente, de un ataque al corazon, el jefe provisional de la expedicion, coronel Saint James. Tomando en consideracion que el consejero Voronin todavia no ha regresado del reconocimiento, asumo personalmente el mando de la expedicion. Firma: vicejefe cientifico de la expedicion. D. Quejada. 31° dia de expedicion, 15 horas, 45 minutos.
A continuacion aparecian los datos habituales sobre consumo de alimentos y agua, la temperatura, la velocidad del viento, asi como la orden por la que se designaba al sargento Fogel como vicejefe militar de la expedicion, y una amonestacion al vicejefe tecnico Ellizauer por su lentitud, seguida por la orden de acelerar al maximo la reparacion del segundo tractor.
Mas adelante, Quejada habia anotado:
Tengo la intencion de celebrar manana las exequias solemnes del fallecido coronel Saint James, y de enviar inmediatamente despues de la ceremonia un destacamento armado en busca del grupo de reconocimiento del consejero Voronin. Si no se logra establecer contacto con el grupo, dare de inmediato la orden de regresar, ya que considero que cualquier desplazamiento ulterior tiene ahora menos sentido que antes.