Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис (бесплатные книги онлайн без регистрации TXT) 📗
La plaza era gigantesca, no se divisaba el extremo opuesto a causa de la calina, y a la derecha, junto a la Pared Amarilla, las corrientes de aire caliente dejaban ver la silueta temblorosa de una extensa construccion de poca altura, cuya fachada estaba formada por columnas muy proximas unas a otras.
—?Que espectaculo! —se le escapo a Andrei.
—En bronce, en marmol, con pipa o sin pipa —dijo Izya, sin aclarar nada, y pregunto—: ?Y adonde se han largado todos?
Nadie le respondio. Miraban hacia todas partes y no lograban entender nada, ni siquiera el Mudo.
—Al parecer, debemos ir en esa direccion —dijo Pak al rato.
—?Este es el Panteon que buscabais? —pregunto Andrei por decir algo.
—?No lo entiendo! —exclamo Izya con indignacion—. ?Todos ellos se pasean por la ciudad? ?Por que casi no los hemos visto antes? ?Deben ser miles, miles!
—La Ciudad de las Mil Estatuas —dijo Pak.
—?Que, existe tambien esa leyenda? —le pregunto Izya, volviendose rapidamente hacia el.
—No. Pero yo la llamaria asi.
- ?Ta-ra-ta-ta!-dijo Andrei, a quien se le habia ocurrido algo inesperado—. ?Como podremos pasar por aqui con nuestros tractores? No tendremos explosivos suficientes para eliminar esos pedestales...
—Creo que debe existir un camino en torno a la plaza —dijo Pak—. Sobre el precipicio.
—?Seguimos? —dijo Izya. La impaciencia lo consumia.
Y siguieron en direccion al panteon, caminando entre los pedestales, sobre los adoquines que alli estaban rotos, convertidos en gravilla muy fina, en polvo blanco que relumbraba al sol. De vez en cuando se detenian, se agachaban, se levantaban de puntillas para leer las inscripciones en los pedestales, unas inscripciones tan extranas que daban miedo.
AL NOVENO DIA DE LA SONRISA
LA BENDICION DE TU MUSCULO GLUTEO
SALVO A LOS PEQUENOS INDEFENSOS.
SE PUSO EL SOL Y SE APAGO LA AURORA DEL AMOR,
SIN EMBARGO, A VECES, SIMPLEMENTE: ?CUANDO!
Izya reia y cloqueaba, se daba punetazos en la mano abierta. Pak, sonriente, negaba con la cabeza, pero Andrei se sentia incomodo, percibia lo inoportuno de aquella alegria indecente hasta cierto punto, pero solo el parecia percibir eso, y se limitaba a apurarlos.
—Vamos, vamos —repetia, impaciente—. Vamos. ?Que demonios os pasa? Llegaremos tarde, que verguenza...
Le indignaba contemplar a aquellos idiotas: vaya sitio para divertirse el que habian encontrado. Pero ellos se quedaban atras, pasaban sus dedos sucios por los renglones tallados, ensenaban los dientes, se reian, y Andrei los abandono con un gesto, sintiendo un gran alivio al darse cuenta de que sus voces habian quedado muy atras y ya no se distinguian las palabras.
«Asi es mejor —penso satisfecho—. Sin esa corte de idiotas. A fin de cuentas, no recuerdo haberlos invitado. Algo se dijo con respecto a ellos, pero ?que fue exactamente? Que si vendrian en traje de gala, o si por el contrario, no querian venir en general. ?Y que importa eso ahora? En ultima instancia, que se queden alla abajo. Todavia con Pak se puede trabajar, pero Izya se enzarza con cualquier cosa que se diga, o peor aun, se pone el mismo a hablar... Es mejor cuando no estan, ?verdad, Mudo? Sigue guardandome la espalda, aqui, por la derecha, y vigila bien. Aqui, hermanito, no te dan tiempo ni de parpadear. No lo olvides: aqui estamos en la guarida de los verdaderos adversarios, no se trata de Quejada ni de Chnoupek, mejor llevame el fusil, necesito libertad de movimientos, y que es eso de subir al estrado con un fusil, gracias a Dios no soy Geiger... Pero, dime, ?donde esta mi disertacion? ?Ahi lo tienes! ?Que hago ahora si no tengo la disertacion?»
El Panteon aparecio, delante y por encima de el, con todas sus columnas, sus peldanos astillados y partidos, su estructura metalica oxidada. A traves de las columnas le llegaba un frio gelido, alli estaba oscuro, olia a espera y corrupcion, y los enormes portones dorados estaban abiertos de par en par, solo quedaba entrar. Subio uno tras otro los escalones, atento a no tropezar. «?Dios me libre!», a no caerse alli ante la vista de todos, palpandose los bolsillos, pero la disertacion no aparecia por ninguna parte, porque se habia quedado, por supuesto, en la caja fuerte... no, en el traje nuevo, «yo queria ponerme el traje nuevo, pero despues pense que asi impresionaria mas...».
«Demonios, ?que hago sin la disertacion? —penso, mientras entraba en el vestibulo en penumbra—. ?De que trataba mi disertacion? —se pregunto mientras caminaba por aquel suelo resbaladizo de marmol negro—. Creo que, en primer lugar, de la grandeza —recordo, poniendo el cerebro en tension, percibiendo el sudor frio que le corria por el cuerpo debajo de la camisa. Alli, en aquel vestibulo, hacia mucho frio, hubieran podido avisar; en el patio era verano, no habian echado ni un poco de serrin en el suelo—. Que holgazanes, cualquiera podia romperse la crisma en aquel suelo.
»Y aqui, ?adonde vamos? ?A la izquierda, a la derecha? Ah, si, perdon... Entonces, es asi. En primer lugar, la grandeza —penso mientras caminaba presuroso por el pasillo totalmente a oscuras—. Ah, esto es otra cosa. Una alfombra. ?Bien pensado! Pero no se les ocurrio colgar unos candiles. Siempre les pasa lo mismo: o cuelgan algunas lamparas, a veces hasta un reflector, o como ahora... Asi funciona la grandeza.
»Y hablando de grandeza, recordamos los denominados grandes nombres. Arquimedes. ?Perfectamente! Siracusa, eureka, el bano... quiero decir, la banera. Desnudo. Que mas. ?Atila! ?El dux veneciano! Quiero decir que pido perdon: Otelo es el dux veneciano, Atila es el rey de los hunos. Ahi cabalga. Mudo y sombrio, como una tumba. No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos. ?Pedro! Grandeza. El grande. Pedro el Grande. Primero. Pedro II y Pedro III no fueron grandes. Muy posiblemente porque no fueron el primero. Con mucha frecuencia, primero y grande resultan ser sinonimos. Aunque... Catalina II, la Grande. Segunda, pero de todos modos grande. Es importante senalar esa excepcion. Nos encontraremos frecuentemente con excepciones de ese tipo, que, por asi decirlo, solo ratifican la regla.»
Entrelazo con fuerza los dedos a la espalda, apoyo la barbilla sobre el pecho y, mordiendose el labio inferior, camino varias veces adelante y atras, rodeando el taburete. Despues, lo aparto con el pie, apoyo los dedos sobre la mesa y, juntando las cejas, miro por encima de las cabezas del auditorio.
La mesa estaba totalmente vacia, cubierta de zinc, y se extendia delante de el como una carretera. No se veia el otro extremo, en la niebla amarillenta temblaban, agitadas por la corriente de aire, las llamitas de las velas. Andrei penso con momentanea tristeza que aquello no era correcto, rayos, que alguien deberia tener la posibilidad de ver que habia al final de la mesa. Era mas importante ver aquello que... «Por cierto, eso no es asunto mio.»