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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк (читать книги онлайн бесплатно полные версии TXT) 📗

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—Tom, no voy a cerrar la puerta con llave, y ahi estan la ventana y el pararrayos, pero vas a ser bueno, ?verdad? ?Y no te vas a ir? Hazlo por mi.

Dios sabe cuanto queria yo salir a ver lo que pasaba con Tom, y que no pretendia otra cosa; pero despues de aquello no me habria ido ni aunque me hubieran dado reinos enteros.

Pero no podia dejar de pensar en ella y en Tom, asi que dormi muy inquieto. Aquella noche me baje por el pararrayos dos veces y fui a la entrada principal, y alli la vi sentada con su vela a la ventana, mirando al camino sin parar de llorar, y pense que ojala pudiera hacer algo por ella, pero no podia, salvo jurar que jamas haria nada para volver a apenarla. La tercera vez que desperte fue al amanecer, baje por el pararrayos y alli seguia ella, con la vela casi terminada, con la vieja cabeza apoyada en la mano; se habia quedado dormida.

Capitulo 42

El viejo volvio al pueblo antes de desayunar, pero no encontro ni huellas de Tom, y los dos se quedaron sentados a la mesa, pensando sin decir nada, con un aire muy triste mientras se les enfriaba el cafe, y sin comer nada. Al cabo de un rato el viejo va y dice:

—?Te he dado la carta?

—?Que carta?

—La que me dieron ayer en la oficina de correos.

—No, no me has dado ninguna carta.

—Bueno, se me debe de haber olvidado.

Se puso a buscar en los bolsillos y luego fue a alguna parte a buscar donde la habia dejado, la trajo y se la dio. Va ella y dice:

—Pero si es de Saint Petersburg, de mi hermana.

Decidi que otro paseo me sentaria bien, pero no podia ni moverme. Antes de que pudiera abrirla la dejo caer y se echo a correr, porque habia visto algo. Y yo tambien. Era Tom Sawyer acostado en un colchon y el viejo medico y Jim con el vestido de calico de ella, con las manos atadas a la espalda, y un monton de gente. Escondi la carta detras de lo primero que se me ocurrio y sali corriendo. Ella se lanzo hacia Tom, llorando, y va y dice:

—?Ay, ha muerto, ha muerto, seguro que ha muerto!

Tom volvio la cabeza un poco y dijo algo que demostraba que no estaba bien de la cabeza, y ella subio las manos al cielo y dijo:

—?Esta vivo, gracias a Dios! ?Y con eso me basta! Le dio un beso y se fue corriendo a la casa a preparar la cama, dando ordenes a derecha y a izquierda a los negros y a todo el mundo, a toda la velocidad que podia y a cada paso que daba.

Segui a los hombres para saber lo que iban a hacer con Jim, y el viejo medico y el tio Silas siguieron a Tom a la casa. Los hombres estaban rabiosos y querian ahorcar a Jim para dar un ejemplo a todos los demas negros de los alrededores, para que no trataran de escaparse como habia hecho Jim ni organizaran tantos jaleos y tuvieran a toda una familia casi muerta del susto dias y noches. Pero los otros dijeron: «No, eso no se puede hacer; ese negro no es nuestro, y seguro que aparece el dueno y nos hace que paguemos por el». Asi que se enfriaron un poco, porque la gente que tiene mas ganas de ahorcar a un negro que ha hecho algo es siempre la misma que no quiere pagar por el cuando ya les ha servido para lo que querian.

Llamaron de todo a Jim y le dieron de golpes en la cabeza de vez en cuando, pero Jim no decia nada; nunca se le escapo que me conocia. Se lo llevaron a la misma cabana, le pusieron su propia ropa y lo volvieron a encadenar, pero esta vez no a la pata de un catre, sino a una argolla enorme clavada en el tronco de abajo, y tambien le encadenaron las manos y las dos piernas y dijeron que no le darian nada de comer mas que pan y agua hasta que apareciese su dueno o lo vendieran en una subasta, si es que no llegaba al cabo de un cierto tiempo, y rellenaron el agujero que habiamos hecho y dijeron que todas las noches habria un par de agricultores con escopeta vigilando la cabana y con un bulldog a la puerta. Para entonces ya habian terminado su trabajo, y estaban a punto de marcharse con una especie de maldicion general de despedida cuando aparecio el medico viejo, que vio todo aquello y va y dice:

—No lo trateis peor de lo necesario, porque no es un mal negro. Cuando llegue donde encontre al muchacho vi que no podia sacarle la bala sin algo de ayuda y que tampoco estaba en condiciones de dejarlo para ir a buscarla, y fue empeorando y empeorando, y al cabo de un rato perdio la cabeza y ya no dejaba que me acercara; decia que si le marcaba la balsa con una tiza me mataria y todo genero de absurdos. Cuando vi que no podia hacer nada por el, me dije: «Necesito que alguien me ayude», y justo entonces aparecio ese negro no se de donde y dijo que me ayudaria, y bien que me ayudo. Claro que pense que debia de ser un negro fugitivo, pero asi estaban las cosas, y tuve que quedarme alli todo el resto del dia y toda la noche. ?Os aseguro que ha resultado dificil! Tenia un par de pacientes con las fiebres y naturalmente me habria gustado ir al pueblo a verlos, pero no me atrevia porque el negro podia escapar y entonces seria culpa mia; sin embargo, no se me acerco ni un esquife al que pudiera llamar. De manera que alli tuve que quedarme hasta que amanecio esta manana, y nunca he visto un negro que supiera cuidar mejor de un enfermo ni fuera mas fiel, aunque para eso tenia que poner en peligro su libertad, y encima estaba agotado y se veia claramente que en los ultimos tiempos habia tenido mucho que hacer. Por eso me gusto ese negro; y os aseguro, caballeros, que un negro asi vale mil dolares y debe recibir buenos tratos. Yo no tenia todo lo que necesitaba y el muchacho iba recuperandose igual que si estuviera en casa, y quiza mejor porque habia mucha tranquilidad, pero alli estaba yo con los dos en mis manos, y alli tuve que quedarme hasta que amanecio; entonces aparecieron unos hombres en un esquife, y la suerte fue que el negro estaba sentado junto al jergon con la cabeza apoyada en las rodillas, dormido como un tronco; asi que les hice senales en silencio, y se acercaron, lo agarraron y lo ataron sin que el se enterase de lo que pasaba, y no hemos tenido ningun problema. Como el muchacho tambien estaba medio dormido, envolvimos los remos con unos trapos, enganchamos la balsa y la remolcamos en silencio, y el negro no armo ningun jaleo ni dijo ni una palabra desde el principio. No es un mal negro, caballeros; eso es lo que tengo que decir de el.

Alguien dijo:

—Bueno, eso dice mucho de el, doctor, todo hay que decirlo.

Entonces tambien los demas se ablandaron un poco, y me alegre mucho de que el viejo medico se portara asi de bien con Jim, y tambien de que aquello coincidiera con lo que habia pensado de el, porque me parecio que era un hombre de buen corazon desde que lo vi. Entonces todos decidieron que Jim habia actuado muy bien y que merecia alguna compensacion. Asi que todos prometieron, inmediatamente y de todo corazon, que no volverian a maldecirlo.

Despues salieron y lo encerraron. Espere que dijeran que podian quitarle una o dos de las cadenas, porque eran pesadisimas, o que podria comer algo de carne y de verdura con el pan y el agua, pero ni se les ocurrio, y calcule que mas me valia no meterme en el asunto, sino contarle la historia del medico a la tia Sally como pudiera en cuanto pasara la tormenta que se me echaba encima; me refiero a las explicaciones de como se me habia olvidado mencionar que a Sid le habian pegado un tiro cuando me puse a contar como habiamos pasado aquella noche el y yo remando entre las islas en busca del negro fugitivo.

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