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Pideme lo que quieras, ahora y siempre - Maxwell Megan (электронную книгу бесплатно без регистрации .txt) 📗

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Eso me hace reir. Bjorn, al ver mi gesto, sonrie y me abraza. En ese momento, Eric llega hasta nosotros y, con furia en su mirada, sisea:

—Me voy a casa. ?Te vienes conmigo, o te quedas con Bjorn para que continueis jugando?

Sorprendidos lo miramos, y digo:

—Seras gilipollas.

—Jud... —sisea Eric.

—Ni Jud ni leches. ?Que estas queriendo insinuar con lo que has dicho?

Eric no responde. Bjorn, divirtiendose, me empuja hacia Eric y anade.

—Vamos, tortolitos, ?terminad la discusion en la cama de vuestra casa!

En el coche no nos hablamos.

Ambos estamos enfadados y no entiendo por que el tiene ese enfado. Al fin y al cabo, Betta se lo merecia. Y encima ha tenido la poca verguenza de tocarlo. De tocarnos. De acercarse a nosotros. ?Maldita mujer!

En el camino, nuestros moviles pitan. Hemos recibido varios mensajes. Ninguno de los dos los mira. No estamos de humor. Seguro que son Frida y Bjorn para ver como estamos. Cuando llegamos a casa y metemos el coche en el garaje, doy tal portazo que Eric me mira, y yo, deseosa de montar gresca, grito:

—?Que pasa?

Eric se acerca a grandes zancadas a mi.

—Podrias no ser tan bruta y cerrar con cuidado.

—No.

Levanta una ceja sorprendido y repite:

—??No?!

—Exacto. ?No, no quiero tener cuidado! Y no quiero tenerlo porque estoy muy enfadada contigo. Primero, por gritarme delante de la subnormal esa de Betta, y segundo por la idiotez que has dicho en referencia a Bjorn.

Eric cierra los ojos.

—?Por que no me contaste lo de Betta?

—Porque no lo vi necesario. Es algo entre ella y yo.

—?Entre tu y ella?

—Exacto. Y antes de que anadas nada mas, dejame decirte que mi padre me enseno a...

—?Ya estamos con tu padre? ?Quieres dejar a tu padre al margen de todo esto?

Indignada por su furia, grito:

—Pero bueno..., ?y por que no voy a poder hablar de mi padre cuando me de la gana?

—Porque estamos hablando de Betta, no de tu padre.

—Eres un imbecil, ?lo sabias?

Eric no contesta. Y cuando no puedo retener lo que pienso, lo dejo ir:

—Iba a decir que mi padre me enseno a no dejarme avasallar por las malas personas. Esa imbecil, por no decir algo peor, me la jugo. Fue una arpia y busco complicarme la vida. ?Que pretendes?, ?que cuando la vea la felicite? Mira, no..., eso no te lo crees tu ni ?jarto de Moet del rosa!

Sin mirarme, se toca la frente.

—No pretendo que la aplaudas. Solo pretendo que no tengas nada que ver con ella. Alejate de Betta, y podremos vivir en paz.

—?Y que me dices de esta noche? Esa..., esa... zorra ha tenido la poca verguenza de acercarse a nosotros en el cuarto oscuro. Te ha tocado. Ha pasado sus sucias manos por tu cuerpo, y yo la he incitado sin darme cuenta de que era ella. Te ha tocado delante de mi. Me ha vuelto a provocar. De nuevo ella ha jugado sucio. ?Crees que debo perdonarselo otra vez?

Eric no contesta. Lo que acaba de escuchar lo sorprende.

—Ella ha sido la mujer que...

—Si, ella. Esa asquerosa. ?Ella ha sido la del cuarto oscuro! —grito, desesperada.

Lo oigo maldecir. Camina hacia un lado; despues, hacia otro, y al final, murmura:

—Es tarde. Vamonos a la cama.

—Y una mierda. Estamos hablando. Me da igual la hora que sea. Tu y yo estamos teniendo una conversacion de adultos, y no voy a dejar que la cortes porque tu no quieras seguir hablando del tema. Te acabo de decir que esa zorra ha vuelto a enganarnos. Ha jugado sucio.

Nervioso, se mueve por el garaje. Blasfema.

De pronto, se fija en algo. Veo mi casco amarillo de la moto. ?Oh, no! Cierro los ojos y maldigo. ?Dios, ahora no! Eric camina hacia su objetivo y grita cuando quita el plastico azul.

—?Que hace esta moto aqui?

Resoplo. La noche va de mal en peor. Me acerco hasta el y respondo:

—Es mi moto.

Incredulo, me mira, mira la moto y sisea:

—Es la moto de Hannah. ?Que hace aqui?

—Me la ha regalado tu madre. Ella sabe que hago motocross y...

—?Esto es increible! ?Increible!

Consciente de lo que piensa, suavizo mi tono de voz.

—Escucha, Eric. A Hannah le gustaba el mismo deporte que a mi, y yo aqui no tengo mi moto, y...

—Tu no necesitas esa moto porque aqui no vas a hacer motocross. ?Te lo prohibo!

Eso me subleva. Me pica el cuello.

?Quien es el para prohibirme nada? Y dispuesta a presentar batalla, contesto:

—Te equivocas, chato. Voy a seguir haciendo motocross. Aqui, alli y donde me de la real gana. Y para que lo sepas: he ido alguna manana con tu primo Jurgen y sus amigos a correr. ?Me ha pasado algo? Nooooooooooooo..., pero tu, como siempre, tan dramatico.

Sus ojos echan fuego. No lo estoy haciendo bien. Se que estoy metiendo la pata hasta el fondo, pero ya nada puedo hacer. ?Soy una bocazas! Eric me mira. Asiente con la cabeza. Se muerde el labio.

—?Has estado ocultandomelo?

—Si.

—?Por que? Creo que lo primero que nos pedimos cuando retomamos nuestra relacion fue sinceridad, ?no, Judith?

No respondo. No puedo. Tiene razon. Soy lo peor. Me pica el cuello. ?Los ronchones! De pronto, la puerta del garaje se abre y aparecen Sonia y Marta. Nos miran, y Sonia dice:

—Vosotros, ?para que teneis los moviles?

Me sorprendo al verlas aqui. ?Que hora es? Pero Eric grita:

—?Mama, ?como has podido darle la moto a Judith?!

La mujer me mira. Yo suspiro.

—Hijo, vamos a ver, relajate. Esa moto en casa no hacia nada, y cuando Judith me dijo que ella hacia motocross como Hannah, lo pense y decidi regalarsela.

Eric resopla y grita otra vez:

—??Como tengo que deciros que no os metais en mi vida?! ??Como?!

—Perdona, Eric... ?Es mi vida! —aclaro ofendida.

Marta, al ver el genio de su hermano, lo mira y grita, senalandole:

—Punto uno: a mama no le grites asi. Punto dos: Judith es mayorcita para saber lo que puede o no puede hacer. Punto tres: que tu quieras vivir en una burbuja de cristal no quiere decir que los demas lo tengamos que hacer.

—?Callate, Marta! ?Callate! —sisea Eric.

Pero su hermana se acerca a el, y anade:

—No me voy a callar. Os hemos estado escuchando desde el interior de la casa. Y te tengo que decir que es normal que Judith no te contara ni lo de la moto ni otras cosas. ?Como te lo iba a contar? Contigo no se puede hablar. Eres don Ordeno y Mando. Hay que hacer lo que a ti te gusta, o montas la de Dios. —Y mirandome, dice—: ?Le has contado lo mio y lo de mama?

Niego con la cabeza, y Sonia, llevandose las manos a la boca, susurra:

—Hija, por Dios..., callate.

Eric, sin dar credito, nos mira. Su gesto cada vez es mas oscuro. Finalmente, se quita el abrigo. Tiene calor. Lo deja sobre el capo del coche, se pone las manos en la cintura y, mirandome intimidatoriamente, pregunta:

—??Que es eso de si me has contado lo de mi madre y mi hermana?! ??Que mas secretos me ocultas?!

—Hijo, no grites asi a Judith. Pobrecilla.

No puedo hablar. Tengo la lengua pegada al paladar, y Marta, ni corta ni perezosa, dice:

—Para que lo sepas, mama y yo llevamos meses recibiendo un curso de paracaidismo. ?Ea!, ya te lo he dicho. Ahora enfadate y grita; eso se te da de lujo, hermanito.

La cara de Eric es todo un poema.

—??Paracaidismo?! ?Os habeis vuelto locas?

Las dos niegan con la cabeza y, de pronto, Simona, con gesto descompuesto, entra en el garaje.

—Senor, Flyn esta llorando. Quiere que suba usted.

Eric mira a la mujer y dice:

—?Que hace Flyn despierto a estas horas? —Da un paso, pero se para en seco. Mira a su hermana y a su madre, y pregunta—: ?Que ha pasado? ?Por que estais aqui vosotras a estas horas?

No les da tiempo a contestar. Sale escopeteado hacia la habitacion de Flyn. Sonia va tras el. Marta me mira y, asustada, pregunto:

—?Que pasa?

Marta suspira y me mira.

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