Viernes o Los limbos del Pac?fico - Tournier Michel (книги бесплатно TXT) 📗
Se aproximo a una roca cubierta de algas que cercaba un espejo de agua limpida. Se divertia ante un cangrejito locamente temerario que dirigia hacia el sus dos pinzas desiguales, como un espadachin con su espada y su sable, cuando de pronto fue como si le hubiera golpeado un rayo al descubrir la huella de un pie desnudo. No se habria sorprendido menos si hubiera encontrado su propia huella en la arena o en el fango, ahora que habia ya renunciado desde hacia mucho tiempo a caminar sin zuecos. Pero la marca que tenia ante los ojos estaba hundida en la misma roca . ?Se trataba de la de otro hombre? ?O es que llevaba ya tanto tiempo en la isla que una marca de su pie en el fango habia tenido tiempo de petrificarse debido a las concreciones calcareas? Se quito su zueco derecho y coloco su pie desnudo en la cavidad medio cubierta por el agua de mar. Era eso exactamente. Su pie encajaba en aquel molde de piedra como en un borcegui usado y familiar. No podia haber alli ninguna confusion: aquel sello secular -el del pie de Adan tomando posesion del jardin, el de Venus saliendo de las aguas- era tambien la firma personal, inimitable de Robinson impresa en la misma roca y por tanto indeleble, eterna. Speranza -como una de esas vacas semisalvajes de la pradera argentina, marcadas, sin embargo, al rojo vivo- llevaba en lo sucesivo el sello de su Dueno y Senor.
El maiz se marchito por completo y las parcelas de tierra donde Robinson lo habia sembrado recuperaron su antiguo aspecto de praderas baldias. Pero la cebada y el trigo prosperaban y Robinson experimentaba la primera alegria que le dio Speranza -?pero que dulce y que profunda!- al acariciar con la mano los tiernos brotes de un verde suave y azulado. Necesito una gran fuerza de caracter para contenerse de arrancar las hierbas parasitas que brotaban aqui y alla en su hermoso tapiz de cereales, pero no podia quebrantar la palabra evangelica que ordena no separar el buen grano de la cizana antes de la siega. Se consolaba sonando con las hogazas doradas que muy pronto podria deslizar en el horno en forma de tunel que habia horadado en la roca blanda de la pared occidental de la gruta. La llegada de una pequena temporada de lluvias le hizo temblar durante algunos dias por sus espigas que se desmoronaban, cargadas de peso, colmadas de agua. Pero el sol brillo de nuevo y las espigas se enderezaron, balanceando sus penachos al viento, como un ejercito de diminutos caballos encabritados con sus adornos de plumas en la cabeza.
Cuando llego el tiempo de la siega, se dio cuenta de que, de todos los utiles que poseia, el mas adecuado para servir de hoz o de guadana era el viejo sable que decoraba el camarote del capitan y que el habia recogido junto con los demas restos. Al principio intento proceder a la siega metodicamente, agrupando y sosteniendo con una varita curva el haz que luego abatia de un sablazo. Pero al manejar aquel arma heroica fue poseido por un extrano ardor y, prescindiendo de toda regla, avanzaba blandiendolo con furiosos rugidos. Pocas espigas fueron perjudicadas por este tratamiento, pero hubo que renunciar a sacar cualquier partido de la paja.
Log-book .-Esta jornada de siega que habria debido celebrar los primeros frutos de mi trabajo y la fecundidad de Speranza se ha parecido mas al combate de un enajenado contra el vacio. ?Ay! ?Que lejos estoy todavia de esa vida perfecta en la que cada gesto estaria dirigido por una ley de economia y armonia! Me he dejado arrastrar como un nino por un impulso desordenado y no he encontrado en ese trabajo nada que se pareciera a la alegre satisfaccion que me proporcionaba la siega en la que participaba antano en la hermosa campina de West-Riding . La calidad del ritmo, el balanceo de los dos brazos de derecha a izquierda -mientras el cuerpo hace contrapeso por un movimiento inverso de izquierda a derecha-, la hoja que se adentra en la masa de flores, umbelas y plumulas, corta con limpieza toda aquella materia graminea y la deposita a mi izquierda, el frescor potente que emana de los jugos, savias y leches eyaculados -todo esto componia una dicha sencilla en la que yo me embriagaba sin remordimientos-. La hoja afilada en el pedernal era lo suficientemente maleable como para que el filo se plegara visiblemente primero en un sentido y despues en el otro. La pradera era una masa que habia que atacar, desbrozar, reducir metodicamente, ocupandose de ella paso a paso. Pero, en definitiva, esa masa era un conglomerado de universos vivientes y minusculos, cosmos vegetal en donde la materia se halla completamente absorbida por la forma. Aquella composicion refinada de la pradera europea es lo absolutamente opuesto a la naturaleza amorfa y sin diferencias que yo escarbo aqui. La naturaleza tropical es poderosa pero ruda, simple y pobre, como su cielo azul. ?Cuando volvere a encontrar el complejo hechizo de nuestros cielos palidos, los exquisitos matices de gris de la bruma que parece besar los pantanos del Ouse?
Despues de desgranar sus espigas trillandolas gracias a una vela plegada en dos, avento su grano haciendolo pasar de una calabaza a otra, al aire libre, un dia de fuerte viento. La barcia y el tamo de la paja volaban a lo lejos. Le gustaba ese trabajo de purificacion, simple pero no fastidioso, por los simbolos espirituales que evocaba. Su alma se elevaba hacia Dios y le suplicaba que hiciera volar lejos los pensamientos frivolos que le llenaban para no dejar en el mas que las gruesas semillas de la palabra de sabiduria. Al terminar comprobo con orgullo que su cosecha ascendia a treinta galones de trigo y veinte galones de cebada. Para hacer su harina habia preparado un mortero y una mano para majar -un tronco vaciado y una gruesa rama estrangulada a media altura- y el horno estaba preparado para la primera coccion. Fue entonces cuando llevado por una repentina inspiracion decidio no consumir nada de esta primera cosecha.
Log-book.- Yo sonaba con el festejo que me daria con ese primer pan, salido de la tierra de Speranza, de mi horno, de mis manos. ?Pero sera para mas adelante! Mas adelante… ?Cuantas promesas en estas dos simples palabras! Lo que se me ha mostrado de pronto con una evidencia imperiosa es la necesidad de luchar contra el tiempo, es decir, de aprisionar al tiempo. En la medida en que vivo al dia, me dejo ir; el tiempo se desliza entre mis dedos, pierdo mi tiempo, me pierdo yo mismo. En el fondo todo el problema en esta isla podria traducirse en terminos de tiempo y no es un azar si -partiendo de lo mas bajo- yo he comenzado por vivir aqui como si estuviera fuera del tiempo. Al restaurar mi calendario he vuelto a tomar posesion de mi mismo. Pero hay que hacer todavia mas. Ni una brizna de esta primera cosecha de trigo y cebada debe consumirse en el presente. Debe ser toda entera como un resorte dirigido hacia el futuro. La dividire en dos partes: la primera sera sembrada desde manana mismo y la segunda constituira una reserva de seguridad -porque hay que prever que la promesa del grano enterrado no se cumpla.
En lo sucesivo obedecere a la siguiente regla: toda produccion es creacion, y por tanto es buena. Todo consumo es destruccion y es, por tanto, malo. En realidad, mi situacion aqui es bastante similar a la de mis compatriotas que desembarcan a diario en las costas del Nuevo Mundo. Ellos tambien tienen que plegarse a una moral de acumulacion. Tambien para ellos es un crimen perder su tiempo y ahorrar el tiempo es la virtud cardinal. ?Ahorrar! ?He aqui que de nuevo se me recuerda la miseria de mi soledad! Para mi es bueno sembrar, es bueno cosechar. Pero el mal comienza cuando muelo el grano y cuezo la masa, porque en ese momento trabajo para mi solo. El colono americano puede llevar hasta su termino y sin remordimientos el proceso de la panificacion, porque el vendera su pan, y el dinero que acumulara en su cofre sera tiempo y trabajo ahorrados. En cambio en mi caso -eso es- mi miserable soledad me priva de los beneficios del dinero que, sin embargo, no me falta.
Hoy puedo medir la locura y la maldad de aquellos que calumnian a esta divina institucion: ?el dinero! El dinero espiritualiza todo lo que toca al aportar una dimension a la vez racional -medible- y universal -ya que un bien metalizado se convierte en virtualmente accesible para todos los hombres-. La venalidad es una virtud cardinal. El hombre venal sabe hacer callar a sus instintos asesinos y asociales -sentimiento del honor, amor propio, patriotismo, ambicion politica, fanatismo religioso, racismo- para no dejar hablar mas que a su tendencia a la cooperacion, su gusto por los intercambios fructiferos, su sentido de la solidaridad humana. Hay que tomar al pie de la letra la expresion edad de oro y veo con claridad que la humanidad volveria a ella si solo estuviera dirigida por hombres venales. Desdichadamente, son casi siempre los hombres desinteresados los que hacen la historia y entonces el fuego lo destruye todo, la sangre corre a borbotones. Los grandes mercaderes de Venecia nos dan el ejemplo de felicidad fastuosa que alcanza un Estado cuando esta conducido por la sola ley del lucro, mientras que los lobos encarnizados de la Inquisicion espanola nos ensenan las infamias de que son capaces los hombres que han perdido el gusto por los bienes materiales. Los hunos se habrian detenido deprisa en su oleada devastadora si hubieran sabido aprovechar las riquezas que habian conquistado. Entorpecidos por sus adquisiciones, se habrian establecido para gozar mejor de las mismas y las cosas habrian recuperado su curso natural. Ellos despreciaban el oro. Y avanzaron siempre hacia adelante, quemando todo a su paso.
A partir de ese momento Robinson se dedico a vivir apenas de la nada, trabajando en una explotacion intensa de los productos de la isla. Roturo y sembro hectareas enteras de praderas y bosques, trasplanto un campo de nabos, de rabanos y acederas -especies que brotaban esporadicamente en el Sur-, protegio contra los pajaros y los insectos las plantaciones de palmeras, instalo veinte colmenas que empezaron a ser colonizadas por las primeras abejas, excavo en el borde del litoral viveros de agua dulce y de agua de mar, en los cuales criaba sargos, marrajos, peces caballeros e incluso cangrejos de mar. Almaceno enormes provisiones de frutos secos, carne ahumada, pescados salados y quesos duros y quebradizos como la tiza, que sin embargo podian conservarse indefinidamente. Por ultimo descubrio un procedimiento para producir una especie de azucar gracias al cual pudo hacer confituras y conservas de frutos en almibar. Se trataba de una palmera cuyo tronco, mas grueso en el centro que en la base o en la corona, destilaba una savia extraordinariamente azucarada. Derribo uno de aquellos arboles, corto las hojas de la copa y pronto la savia comenzo a manar por el extremo superior. Mano asi durante meses enteros, pero era necesario que Robinson arrancara cada manana una nueva parte del tronco, cuyos poros tendian a atascarse. Solo aquel arbol le dio noventa galones de melaza que se fue solidificando poco a poco en un enorme pastel.