La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de (читать книги полные .txt) 📗
«Haced lo que os dicte vuestro corazon -aconsejaba ella anos despues a sus hijos cuando titubeaban entre varias opciones-. Haced lo que os dicte vuestro corazon y sed felices.»
Asi, en lugar de regresar a casa Stephen habia pasado el verano en Italia. En Toulouse, despues de dos semanas deliciosas, Claire habia expresado en alto sus escrupulos; el se habia dejado convencer. El virtuoso drama del amor al que habia renunciado lo sostuvo a traves de todo lo que siguio: frescos, ruisenores, diarrea, campanarios, opera, cardenales, rateros, marmol, limoneros, claroscuro, tumbas, vistas, malos entendidos, luz de la luna, quema-duras del sol, querubin, caseras, mortadela, cipreses, retrasos, alcantarillas, grutas, martirios, tripticos, terracota. Daba solitarios paseos a lo largo de viejos rios y experimentaba con la melancolia.
Cuando volvio a Paris le esperaba la carta de su madre. Decia que lamentaba que hubiera cambiado de planes puesto que deseaba volverlo a ver. Ni una palabra de su enfermedad, por supuesto. Le decia que temia por su seguridad, que habia perdido a su marido en una revolucion y no queria perder a su hijo en otra.
Llevaba dos dias muerta cuando el habia leido la carta con una sonrisa y la habia dejado a un lado. ?La habia contestado siquiera?
«Estamos perturbados por los alarmantes informes que nos llegan de los esclavos que se estan rebelando en Saint-Domingue y esperamos fervientemente que los disturbios no lleguen hasta aqui.» Y mas adelante: «?Cuando regresaras para hacerte cargo de la plantacion?».
El habia querido ir. Arrojarse a los brazos de su madre, explicarles a todos que no podia hacer lo que esperaban de el, que sus ambiciones no eran los fragiles suenos de un nino, sino las resueltas intenciones de un hombre que no iba a dejarse disuadir. La semana anterior sin ir mas lejos se habia encontrado a si mismo frente a la oficina de transporte, y de no haber sido porque llegaba tarde a una cita con Chalier para almorzar, habria preguntado por un camarote para el Ano Nuevo.
El amor siempre era urgente. ?Como podia haber creido posible posponerlo, dejarlo de lado en un estante y tomarlo de vez en cuando para quitarle el polvo?
Entre las grandes ideas redentoras que habian revolucionado su siglo estaba la creencia en que todo el mundo tenia derecho a la felicidad. La gente era en esencia buena, y todos, no solo una minoria privilegiada, tenian derecho a sacar provecho de la vida. Stephen creia sin duda en tales cosas. Piensenlo bien antes de tacharlo de necio y equivocado.
La oscuridad habia invadido la habitacion a su espalda mientras el cielo invernal se tenia de rosa y malva sobre el Sena. Se aparto de la ventana, encendio velas y, sentandose a la mesa, empezo a escribir: «Amor mio, se que acordamos que era mejor no volver a vernos».