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Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис (читаемые книги читать txt) 📗

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—Largate, largate —mascullo el policia.

—?Me prometieron una bonificacion por entrega anticipada! He pasado toda la noche conduciendo...

—?Te digo que te largues!

El chico volvio a escupir, se acerco al furgon, pateo dos veces el neumatico delantero, despues se encorvo de repente y echo a andar por la plaza con las manos metidas en los bolsillos.

El agente miro a Viktor, miro el camion, miro al cielo, el cigarrillo se le apago; entonces escupio la colilla y echo a caminar hacia la jefatura, quitandose el capuchon sobre la marcha.

Viktor estuvo cierto tiempo parado alli, y a continuacion camino a lo largo del camion. El furgon era enorme, potente, parecido a los transportes de infanteria motorizada. Viktor miro a su alrededor. Unos metros delante del camion, con el neumatico delantero ladeado, se empapaba bajo la lluvia una Harley de la policia, pero no habia otros vehiculos en las cercanias.

«Podran alcanzarme —penso Viktor—, pero no me detendran, una mierda.» Se sintio alegre. «Y que demonios —penso—: el famoso escritor Banev, tras emborracharse una vez mas, se llevo un vehiculo ajeno para divertirse; por suerte, todo concluyo sin victimas...» Se dio cuenta de que aquello no seria nada sencillo, que no seria el primero que regalaba a las autoridades un pretexto plausible para meter en el calabozo a un ciudadano inquieto, pero no queria cambiar de idea, queria someterse a su impulso. «En ultima instancia, escribire el articulo que me pide ese canalla», penso.

Abrio la portezuela de la cabina y se sento al volante. No tenia llave, tuvo que arrancar los cables del encendido y hacer un cortocircuito. Cuando el motor se puso en marcha, antes de cerrar la portezuela Viktor miro hacia atras, a la entrada de la jefatura. Alli estaba el policia, con la misma expresion de irritacion en el rostro y un cigarrillo entre los labios. Era obvio que no se habia dado cuenta de nada. Viktor cerro la portezuela, bajo a la calle con cuidado, cambio la marcha y salio disparado hacia la bocacalle mas proxima.

Era divertidisimo correr por las calles que sabia desiertas, metiendo las ruedas en charcos profundos para convertirlos en fuentes, girar el pesado volante ayudandose con todo el cuerpo, dejando atras la fabrica de conservas, el parque, el estadio donde los Hermanos de Raciocinio seguian pateando sus balones como maquinas empapadas. Siguio adelante por la carretera, por los baches, dando saltos en el asiento y oyendo a sus espaldas como, con cada sacudida, caia pesadamente la carga mal colocada. Por el retrovisor no se veia a ningun perseguidor, y era dificil distinguir algo con semejante lluvia. Viktor se sintio muy joven, muy necesario quien sabe a quien, e incluso ebrio. Desde el techo de la cabina le sonreian hermosas mujeres, recortadas de revistas, en la guantera encontro un par de cigarrillos y se sintio tan bien que estuvo a punto de pasarse el cruce de caminos, pero freno a tiempo y giro, siguiendo la flecha, que indicaba: leproseria, 6 km. Alli se sentia como un descubridor, porque nunca habia recorrido aquel camino, ni a pie, ni en un vehiculo. El camino era bueno, mucho mejor que la carretera municipal: al principio el asfalto era muy parejo, bien cuidado, y despues paso a ser de hormigon. Cuando vio el pavimento de hormigon se acordo del alambre espino y los soldados, y cinco minutos despues pudo ver todo aquello.

Una valla sencilla de alambre se extendia a ambos lados del camino de hormigon y desaparecia en la lluvia. El camino estaba cortado por un porton alto con una caseta de guardia, la puerta de la caseta estaba abierta y en el umbral estaba de pie un soldado con su casco, sus botas y su impermeable, bajo el cual asomaba el canon de un fusil automatico. Otro soldado, sin casco, vigilaba por un ventanuco.

«Nunca he estado en un campo de prisioneros —entono Viktor—, pero no le des todavia gracias a Dios...» Quito el pie del acelerador y se detuvo delante del porton. El soldado salio de la caseta y se le acerco. Era un soldadito muy joven, pecoso, de unos dieciocho anos.

—Hola —saludo—. ?Por que se ha retrasado?

—Nada, las circunstancias —dijo Viktor, asombrandose de aquel trato llano.

—Muestreme sus documentos —ordeno con sequedad despues de mirarlo atentamente y cuadrarse de pronto.

—No tengo documentos —dijo Viktor, divertido—. Ya le he dicho que fueron las circunstancias.

—?Que es lo que ha traido? —pregunto el soldado despues de morderse los labios.

—Libros —explico Viktor.

—?Y tiene pase?

—Claro que no.

—Aja —dijo el soldado y se le ilumino el rostro—. He visto que no era el de siempre... Espere un momento. Va a tener que esperar.

—Tenga en cuenta que pueden estar persiguiendome —dijo Viktor, levantando el dedo indice.

—No se preocupe, sera rapido —dijo el soldado y, apretando el fusil contra el pecho, regreso a la caseta.

Viktor bajo de la cabina del camion, quedo de pie en el estribo y miro hacia atras. La lluvia no dejaba ver nada. Entonces, retorno a su asiento y encendio un cigarrillo. Era muy divertido. Delante, tras la cerca de alambre, mas alla del porton, tambien llovia, se distinguian apenas unas estructuras oscuras, quiza edificios, quiza torres, pero era imposible distinguir nitidamente algo.

«?Sera posible que no me inviten a pasar? —penso Viktor—. Seria una groseria. Por supuesto, podria pedir que viniera Golem; ahora esta aqui, en alguna parte. Eso es lo que hare. No he jugado a ser heroe por gusto.»

El soldadito volvio a salir de la caseta, y tras el aparecio el chaval nihilista del rostro lleno de granos, que solo llevaba pantalon, con una expresion de alegria y sin la menor huella de angustia universal. Rodeo al soldado, subio al estribo de un salto, echo una mirada dentro de la cabina, reconocio a Viktor con un grito de admiracion y se echo a reir.

—?Hola, senor Banev! ?Es usted? Que bien... ?Usted ha traido los libros? Llevamos tiempo esperando.

—?Que, esta todo en orden? —pregunto el soldadito, que se habia aproximado.

—Si, es nuestro camion.

—Entonces, lleveselo —dijo el soldadito—. Usted, senor, tendra que salir y esperar aqui.

—Yo quisiera ver al doctor Golem —dijo Viktor.

—Le podemos pedir que venga —propuso el soldadito.

—Hummm —dijo Viktor y miro demostrativamente al chaval; este, con aire culpable, abrio los brazos en un ademan.

—No tiene pase —explico—. Y ellos no dejan entrar a nadie sin pase. A nosotros nos encantaria, pero...

No se podia hacer nada, tuvo que salir de la cabina bajo la lluvia. Salto del camino, se puso el capuchon y contemplo como abrian el porton y el camion, con una sacudida, pasaba al otro lado de la cerca. Despues, el porton se cerro. Viktor escucho durante unos segundos el ronroneo del motor y el chirrido de los frenos, pero despues no se oyo nada mas, solo susurros y chapoteos. «Asi son las cosas —penso Viktor—. ?Y yo?» Se sintio desilusionado. Solo en ese momento comprendio que no habia realizado su hazana de manera desinteresada, que tenia la esperanza de ver y entender muchas cosas... penetrar en el epicentro, por asi decirlo. «Pues al diablo con vosotros», penso. Recorrio el camino de hormigon con la vista. Habia seis kilometros hasta el cruce y otros veinte hasta la ciudad. Por supuesto, desde el cruce hasta el sanatorio habia solo dos kilometros. Cerdos ingratos... Bajo la lluvia... En ese momento se dio cuenta de que llovia con menos intensidad.

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